-Él es del PIF, de la licenciatura- comenta la doctora mientras comemos- muy buen alumno, alumno de diez- dice, con su acento que la revela como extranjera, marcado a pesar de sus más de veinte años viviendo en México.
Yo sólo me sonrojo. Soy el único estudiante de licenciatura presente en la mesa, rodeado de proto-maestros y proto-doctores. La vida académica lleva a convivencias extrañas. «Cosa nunca ante vista», diría la doctora.