El evento cívico comenzó media hora más tarde de lo que me había dicho Luis X. (su apellido en verdad empieza con X), lo que no me importó, pues yo llegué media hora tarde. Se me pasó el camión de las sieta de la mañana y pude comprobar que los intervalos de tiempo son de media hora.
La conversación con el director de atención de la etnia totonaca fue algo breve. Me contó sobre otras personas que han llegado a hacer trabajo de campo. Unos gringos llegaron hacía aproximadamente un año. Llamaron en la noche a Luis X, para pedirle que los llevara a una escuela bilingüe de español-totonaco, y que los niños vistieran la ropa tradicional de la zona. El director mostraba la sorpresa que le causó que estas personas estuvieran tan bien programadas y que cumplían sus horarios al momento y se sentía orgulloso por haberlos ayudado. Por mi parte, ocultaba la sorpresa que me causaba ese estilo de hacer «trabajo de campo», que bien pudo escandalizar a Malinowski. Mas la forma en que yo llevaba el trabajo tampoco era motivo para que él se enorgulleciera.
Tenía entendido que Luis X tenía como lengua materna el totonaco, pero me sentía un poco inseguro de tomarlo como informante. Traté de recordar si en los manuales de lingüística recomendaban no utilizar informantes alfabetizados, con estudios universitarios, puestos administrativos o algo que descartara al director de atención a la etnia totonaca, pero no pude recordar alguna restricción de ese tipo. Mas me incomodaba la falta de naturalidad con la que él proponía llevar acabo la elicitación. Primero quería leer el cuestionario antes de grabarlo, para que estudiara él bien las frases y pudiera decirlas todas correctamente. A pesar de todo, fue útil al señalar algunos defectos del propio trabajo.
Quedamos en que el día de mañana se haría la grabación. Terminamos de hablar cerca de las nueve y media y al salir me preguntaba «ahora qué hago». No podía irme desde esa hora a El Tajín para acampar, así que merodeé por la plaza un rato, viendo desde lejos los festejos católicos por ser Viernes Santo.
En la plaza estaban algunos jóvenes que no parecían pasar de la mayoría de edad bailando la danza que me parece que se conoce como «moros y cristianos», que es también caractarística de Papantla. Creí que su presencia se debía al motivo religioso, pero después no estuve tan seguro y pensé que pudiera ser otra de las cosas que hacen cotidianamente y que les resulta redituable en dinero por ser «tradicional».

Procesión
Salí a El Tajín cerca de las tres y aproveché para volver a recorrer la zona arqueológica. La segunda visita me pareció más impresionante que la primera. ¿Por qué? No sé, creo que ya había digerido toda la información sobre ella y ahora la veía como lo que era: una necrópolis. Los edificios me parecieron más grandes y pude imaginarme mejor cómo habrán visto a su ciudad sus antiguos pobladores, y cómo habrán continuado los rituales la gente aledaña a la zona, cuando esta se abandonó y se utilizó únicamente como espacio ritual. Traté de no pensar que ahora se utiliza como puro espectáculo y que en ese espectáculo se ha privado a los propios pobladores continuar con la tradición ceremonial. Finalmente, dejan más dinero las tradiciones muertas y simuladas que las vivas y sinceras.
Busqué al guía turístico con el que hablé en la primera ocasión y obtuve mi primera elicitación de datos, aunque en las condiciones menos favorables.
Fue hasta ese día en que me detuve a ver a los voladores. Ellos también son parte ya de la lógica del espectáculo que trae dinero. El ritual original incluye una ceremonia para cortar el palo y se obliga a los voladores a no tener relaciones sexuales días antes de la ceremonia, para evitar desgracias en ella. Las mujeres no podían tocar el palo. Ignoro si la fiesta tradicional se sigue llevando acabo, pues no era época en la que esa se realiza, pero para que los turistas puedan disfrutar de los voladores sin tener que llegar en la fecha exacta, hay una palo de acero en los que ellos caen cada media hora, cobrando sólo diez pesos por persona.
La última noche no dormí tan bien en la tienda de campaña. Hubo muchos truenos, lo que no resulta raro si consideramos que Tajín significa «La ciudad del trueno». Los truenos no me asustaban, sino la energía estática que pudiera generar en mi tienda de campaña y provocara que me partiera un rayo.
Pequeño estímulo del alma mochilera que duerme cobijada bajo el sedentarismo (sin ningún miedo a que la parta un rayo).Así ni te das cuenta, vos que siempre estás planeando autocidios.Hermosas imágenes.¿Sirven las tradiciones vetustas para repartir un poco de dinero, mejor dicho para redistribuirlo? No sé si allá será así, pero aquí, quienes acuden a ver ceremonias tradicionales de mestizaje hispano indígena, lo hacen como «ver museos vivientes», como si esas etnias fueran para decorar algún rincón de sus días aburridos.Ay, no sé por qué odio al «turismo», pero amo a quien viaja y vive.Saludos.
se me hace curioso ver a la gente disfrutar de estas cosas, salir, conocer, aventurarse… ^^
@NoAlcanza – No sé que tanto se distribuye el dinero, ni sé que tan consolador sea que las tradiciones sobrevivan por volverse mercancía.Siempre que ando de viaje, intento ser lo menos turista posible.@EsToIcA – Desde antes de Marco Polo hasta después de Neil Armstrong los viajes han resultado productivos para la humanidad, aunque provoquen pandemias…
@PrincipioDeNoContradiccion – creo que mi comentario mas bien ha sido un tanto cerrado , ya que mi curiosidad nace por el poco agradado o nulo de tal actividad (al menos hasta el momento), y no por lo importante del asunto :P…
@EsToIcA – No, mi comentario ha sido el cerrado, pues el viaje no ha sido de placer, sino de trabajo.Y siempre es satisfacción realizar bien el trabajo.
@PrincipioDeIdentidad – checa , checa, mi explicación del experimento :P… aun que no es muy detallada , da algo de la idea principal ^^…