Archivo mensual: mayo 2014

Nephicide, por Jogger

Mezclar chocolate con chile, plátano, ajo, cebolla, pasas, nueces, ajonjolí, y un largo etcétera, pareciera en primera instancia una mala idea. Sin embargo, esta combinación, que parece ejemplo de un estilo churrigueresco dentro de la cocina, tiene como resultado uno de los platos más representativos de la cocina mexicana: el mole poblano. Y, para sorpresa de quien escucha por primera vez de él, sabe muy bien.

De igual manera, pareciera que una combinación de música electrónica, una voz gutural y un coro indie pop no es la mejor de las ideas para producir una pista. Sin embargo, Jogger, un dúo radicado en Los Ángeles, logra un increíble resultado en esta mezcla peculiar, mientras uno trata de entender cómo tan extraño mole musical puede ser un placer para el oído.

Escuché hace una semana esta canción por primera vez, y creo que hasta hoy puedo entender cómo es posible que se integren tan bien sonidos muy disímiles. Mi entendimiento no se debe a una profunda reflexión en la composición -estoy lejos de ser un erudito en el tema-, sino porque justo hoy siento esa disparidad que se conjunta en mí.  Una ira que amenaza con desbordarse y comienza a destruir poco a poco lo que se encuentra a su alrededor. Mientras, un pasado armonioso busca hacerse presente e imponerse ante la destrucción total. Nephicide es un excelente soundtrack para esta sensación.

«Pero, ¿qué es un sentimiento?
¿que es un sentimiento?
Siento que tengo miedo.»

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Flores marchitas

La persona a quien quería, murió. De ella, quedó sólo un cuerpo frío que no habla ni intenta hablar. No hay mucho que le reconozca.

Se han llevado sus cosas . Agradezco el desorden que he logrado mantener,  esconde el vacío que dejan. Pero el vacío que queda en mí no sé podré esconderlo, esconderlo de mí. No quiero notarlo.

Ha muerto y no tengo mas que flores marchitas para adornar su tumba.

 

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Un 180

Uno es capaz de advertir cuando las cosas no van bien. Está esa intuición de que hay un desorden en la vida, y uno hasta puede ser capaz de reconocer qué va mal. Pero virar el rumbo cuesta trabajo y a veces uno debe esperar a que pase lo peor para aceptar que no debe continuar en la misma senda.

Podemos percatarnos de ello tanto en la Historia misma -¿qué son las grandes revoluciones si no virajes de 180º? -como en nuestra propia vida. A mí, la primera vez que me pasó fue con mi padre. Y me sucedió dos veces. Sabía que las cosas con él no se encontraban bien. Guardaba un rencor y un enojo con él, pero tuve que esperar a que explotáramos para salirme de su casa y, poco a poco -no sin ayuda también de mi familia -hacerme cada vez más independiente.

Ahora, la situación es distinta, pero parecida. Yo sé que las cosas no van bien con la persona que quiero, quien me ha acompañado tanto en este último año y me ha servido de fortaleza. Y quizá hemos esperado a que se deteriore tanto para obligarnos a dar un viraje de 180º y cambiar nuestro rumbo, separarnos. Porque, para mí, no sólo es separarse. Es buscar un nuevo empleo, mejor remunerado y con mejores perspectivas, es redoblar mis esfuerzos y es volverme aún más independiente, porque finalmente, he sido dependiente en lo emocional este último año.

Aprender a virar en 180º no es fácil, uno se caerá en muchas ocasiones, se lastimará y le dará miedo volver a intentarlo. Sin embargo, como en el skateboard, todo es cuestión de timing.

 

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Where did you sleep last night?

Esta canción de 1870, traducida al ritmo del Grunge en la voz de Kurt Cobain se reactualiza y pareciera escrita por él mismo. Su voz furiosa y entrecortada en los últimos estribillos recuerda a más de una persona su relación con Courtney.

Él no escribió la canción, pero la sintió en su interpretación hasta tal punto, que seguramente para muchos que les preguntemos es una canción original de Nirvana, escrita por el puño y letra de su vocalista.

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mayo 23, 2014 · 1:48 pm

Una estructura bien definida

«Si no conseguís articular vuestro sufrimiento en una estructura bien definida, estáis jodidos. El sufrimiento se os comerá crudos, desde dentro, sin que hayáis tenido tiempo de escribir nada».

-M. Houellebecq

 

Me pongo nuevamente ante el teclado, imponiéndome la vieja costumbre de desgranarme en letras, a la cuál había huido. Un ejercicio que en momentos es liberador, y en momentos tormentoso.

Han sido buenos tiempos. Podría decir que ha sido un año lleno de momentos felices. Pero contar una historia que siempre es feliz carece de interés. Me he vuelto autosuficiente en este periodo, o al menos algo que se le parece. Han habido carencias, han habido enfermedades, pero ha habido compañía. Necesitaba de este contraste, saber que la vida no es un amasijo gris, sino que tiene sus tonalidades coloridas. Pero he querido, a su vez, que sea eterno, o al menos que durara lo suficiente para superar aquellas carencias, aquellas enfermedades.

Siento cómo el barco se vuelve a hundir. Aquella vida en la que parecía que siempre estaba agarrado a un pedazo de tabla flotante se cierne nuevamente sobre mí. Me ajusto el chaleco salvavidas ante la inminente zozobra. Volveré a escribirme.

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