El hombre femenino

Publicado en Hysteria

Fui travesti. Me ponía tacones y me pintaba los labios. Con las sábanas, intentaba hacerme el mejor vestido posible cuando no se sabe corte y confección. Tenía cuatro años y no veía nada malo en eso. Era un juego. Si jugaba a ser doctor, a ser director de orquesta o a ser detective privado ¿por qué no podía jugar a ser una diva?

Mi madre no lo vio tan normal. Creyó que mi comportamiento se debía a la ausencia de una figura paterna a quién imitar —yo que sé si tenía razón o se equivocaba. No me prohibió el juego, pero a la hora del baño, ella jugaba a que tenía una gran barba de jabón y se rasuraba. Me gustaba cómo se veía mi mamá con esa gran barba blanca. Me gustaba cómo me veía yo con esa gran barba blanca, así que empecé a jugar con el jabón en cada baño, como mi mamá me había mostrado, un juego que mantuve hasta la pubertad, cuando me empezó a brotar el vello facial.

No creo que haya sido por esa sutil intervención materna que dejé de ser travesti. Simplemente, el juego me aburrió, como me aburrió jugar al doctor o al director de orquesta o al detective privado. Pero cada que me preguntan por qué no soy normal, recuerdo que fui travesti, y que nunca me pareció eso extraño.

Nunca he podido entender en qué consiste su normalidad y en qué consiste mi rareza, ni me he podido percatar de qué es lo que hago para suscitar su extrañeza.

No me comporto como hombre —aunque ya no sea travestí—. No sé cómo debe comportarse un hombre, pero sé que, en ocasiones, no me comporto como esperan que se comporte un hombre. En más de una ocasión alguien me ha dicho, sorprendido, que juraba que yo era gay. Si les pregunto por qué, suelen mencionar mis movimientos, mi forma de hablar y otros elementos que yo no puedo observar en mí. No soy extraño para ellos por tener gustos sexuales distintos a la mayoría, sino por no tenerlos y no actuar acorde a ello, acorde a como se supone que debe actuar un hombre.

No me molesta, me divierte. Me entretiene confundir a la gente, ver su reacción al ver sus prejuicios confrontados. Aunque no siempre es tan divertido. Muchas personas —afortunadamente, he conocido pocas— suelen reaccionar violentamente ante el comportamiento que se sale de sus concepciones. Pueden expresarlo en el molesto sermón, señalándote cómo debería comportarse alguien de tu edad y género, pero también pueden expresarlo con menos sutileza.

El hombre femino puede encontrarse en formas más peculiares. Un amigo me comentaba sobre una chica gamer que conoció en los foros de Macintosh y le llamó la atención porque daba las mejores respuestas a las preguntas de los usuarios. Para su desilusión, era lesbiana.

—Bueno, no estoy seguro de que sea lesbiana —me comenta.

—¿Bisexual? —le pregunto.

—No, le gustan exclusivamente las mujeres, pero no estoy seguro de llamarla “lesbiana”.

Su amiga se había sometido a tratamientos hormonales desde hacía varias años atrás. Biológicamente, es un hombre heterosexual. Culturalmente, provoca paradojas lógicas definir… ¿lo, la?

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