Los primeros informes sobre lo ocurrido en Ayotzinapa decían que la policía disparó a matar a los estudiantes desarmados de la Escuela Normal “Isidro Burgos”. Quienes sobrevivieron, fueron llevados al Ministerio Público y después, entregados a la banda de narcotraficantes Guerreros Unidos. Sin embargo, la gran cantidad de mandos policiales involucrados en los hechos hacen pensar que los policías eran el narco.
En Tlatlaya, mandos militares fueron los responsables de ejecutar a jóvenes por supuestamente pertenecer a una banda de narcotraficantes. Supuestamente, porque a falta de juicio y sobrevivientes, no sabremos si se trataban realmente de eso. No hay justificación para el acto: los pusieron en el paredón y dispararon, en un país que ni se encuentra en guerra, ni tiene aceptada la pena de muerte.
Estos mando armados tendrían la obligación de proteger a la población de la violencia, sin embargo, son los principales promotores de ella. Cuando los detienen, las autoridades se deslindan y los señalan como malos elementos, que no representan al grueso de las fuerzas de orden y que actuaron a título personal. Sin embargo, la cantidad de excepciones son preocupantes, como si hubiera una epidemia de indisciplina.
Estos actos de violencia policiaca, tan cercanos en tiempo al discurso del Presidente sobre las medidas a tomar para evitar que actos como los sucedidos en Iguala se repitan, pintan el escenario nacional con una gris ironía. Si el problema ha sido el abuso de autoridad en los municipios, entonces deciden que la policía deberá ser controlada por niveles más altos, mandos únicos estatales.
En estados como Veracruz, Tamaulipas, Puebla y Tabasco, donde sus exgobernadores han sido señalados por sus vínculos con el narcotráfico u otros grupos delincuenciales, la idea no solo es mala, es malísima. Si un alcalde se siente con el poder para mandar a matar y desaparecer por el puesto que le concede una pequeña comunidad ¿qué hará un gobernador?
La Policía Comunitaria-CRAC de Guerreo, los comuneros de Cherán y las autodefensas que comandaba Mireles -porque de las actuales fuerzas rurales, no se sabe qué tan pías puedan ser, han sido mandos que han mostrado mayor eficacia en el combate a la criminalidad. Simplemente las CRAC llegó a reducir un 90% la incidencia criminal en la región, que no es poco decir por estar en uno de los estados más violentos del país.
Los intentos fallidos por restablecer la credibilidad de sus Golpeadores y Represores de parte de arriba se debe a la naturaleza de su propia receta. Pretenden que en ese “natural” fluir del poder de arriba a abajo, sea desde arriba que se solucione el problema. Sin embargo, los resultados más efectivos se han logrado cuando la organización de la seguridad se da desde abajo, del pueblo organizado.
Sus Policías Golpeadores y Represores solo se atreven a enfrentarse contra estudiantes escuálidos. Los detenidos el 20 de Noviembre, tanto en el Aeropuerto como en el Zócalo, se encuentran ahora todos libres, después de señalarlos como los peores criminales que existen en el país, personas que tiran a matar y golpean sin compasión. Es decir, parecían policías y militares
Pronto paso a leerte con tiempo y a (tratar) de entender cómo puede darse semejante situación. Estoy totalmente de acuerdo con aquello de «los resultados más efectivos se han logrado cuando la organización de la seguridad se da desde abajo, del pueblo organizado». Ahora, te pregunto. La forma en que actúan los Policías Represores y Golpeadores, ¿no es la misma forma de actuar de los narco? Es decir, el código mafioso-narco se impone y compra a las autoridades elegidas «democráticamente» y a la Constitución (acá pasa, igual, he visto más de un acta de allanamiento donde hay cocaína y marihuana y se la quedan los policías). ¿No será que el momento de liberar las sustancias ha llegado? Pero no. Al poder no le conviene. En fin, es largo, y estoy particularmente «sensible» por lo que me pondría a escribir un comentario más largo que tu post, lo cual demuestra una considerable falta de respeto. Abrazo amigo! Pronto paso por las entradas que me he perdido.