Archivo mensual: julio 2015

Contaminación atmosférica: la ciudad está enferma

Tengo problemas respiratorios. Es algo a lo que tanto me acostumbré a vivir desde niño, que me cuesta verlo como un problema. Un amigo me insiste en que vaya a un médico, pues roncar despierto no es nada normal. Soy muy sensible a ciertas condiciones ambientales. La humedad, el humo, el polvo y la contaminación me afectan fácilmente. Puedo notarlo. Amanezco con la boca seca y sospecho que me dan apneas durante la noche.

Estos días he estado mal de las vías respiratorias. La garganta la tengo un poco irritada y las fosas nasales están tapadas la mayor parte del tiempo. Lo atribuí a la humedad, pues fue una primavera magnífica. En cuanto llegó el estío, y con él las lluvias torrenciales  y las noches frías, mi respiración tranquila se volvió a arruinar. Sin embargo, también hay otro factor al cual atribuirle este regreso de mi crónico cuadro respiratorio: la contaminación ambiental.

Hace un tiempo empecé a seguir en Twitter a Calidad del Aire DF, una cuenta del Sistema de Monitoreo Atmosférico. Es una forma de mantenerme preocupado por problemas cuya solución no está en mi poder resolver y que me afectan directamente. También es una forma de alimentar mi odio hacia los escapes que me escupen su hollín cada día cuando pedaleo, y para darme cuenta que el control de la calidad del aire no es realmente una prioridad para el gobierno de esta ciudad. Gracias a esta cuenta, le he achacado también mi cansancio y mis problemas para respirar a la mala calidad de aire de la ciudad de México.

Un tuit de Calidad Del Aire DF

Un tuit de Calidad Del Aire DF

Los capitalinos están acostumbrados a respirar todos los días aire cuya calidad va de regular a mala. Están acostumbrados a ver árboles enfermos y a tener gargantas secas e irritadas. Están tan  acostumbrados a todo eso, que ni les parece una exigencia que deban hacerle al gobierno del Distrito Federal.

Existen, sin embargo, algunas iniciativas para preocupar a la gente sobre estos problemas y que insisten en la urgencia de mejorar espacios para ciclistas, transporte público y mejorar las normas de calidad del aire, como Hazla de Tos.

La mala calidad del aire que respiramos es un problema realmente serio y debería ser un asunto prioritario a resolver. No puede ser que vivamos en una ciudad donde haya gente que arriesgue su salud solo por hacer actividades al aire libre y nos quedemos completamente pasivos mientras se construyen obras  pensadas para mejorar la vida de los politiquillos que tuvieron la suerte decidir la «planificación urbana» un trienio. Respirar bien no tiene por qué ser un lujo.

En verdad hacen falta medidas más decididas para limitar el tránsito vehicular, las megaconstrucciones y mejorar los espacios de circulación tanto para peatones como para ciclistas. Avenidas como Insurgentes ya son imposibles de transitar hasta para transeúntes, como Juan Villoro lo comenta en su columna, añorando los tiempos en que se caminaba aún por gusto.

¿Se han sentido con la garganta irritada o con mucha gripa últimamente? Tal vez no solo sea un virus de temporada. La ciudad está enferma.

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La ansiedad del festejo

Si hubiera algo así como el zodiaco de los memes, mi signo probablemente sería el Socially Awkward Pinguin. Toda situación que involucra a varias personas o esté regida por convenciones sociales que no fueron establecidas previamente con claridad, me provoca incomodidad. Para muchos, eso sería decir que todo me causa incomodidad, pero la verdad hago muchas cosas solo, o ignorando muy bien a quienes me rodean.
Los festejos, por su carácter eminentemente social, son muy incómodos para mí. Lo tuyo no es felicitar ¿verdad? me reclamaba un amigo a quien no le dirigí ningunas palabras que explicitaran regocijo en su cumpleaños. Es verdad, no me gusta felicitar y me incomoda mucho ser felicitado.
Aún así, por primera vez hice público mi cumpleaños en Facebook. En la noche previa estuve a punto de cambiar de opinión. Pero me dije que iba a aprovechar el momento para agradecer a quienes me han acompañado. Lo bueno de ser Socially Awkward es que uno aprecia más a quienes tiene cerca, que son pocos pero muy valiosos.
Empezó este año siendo muy complicado, tanto económica como emocionalmente. Y hubiera sido más difícil sin mis amigos. Al final se agradece que esas personas que no guardan fidelidad mas que así mismas se hayan ido. Me quedo con la gente importante, y lo digo porque no podía dejar de meter mi indirecta ardilla.
Pero el punto aquí es que el festejo me causa ansiedad por una injusticia que subyace como posible. Me incomoda mucho ser festejado y luego no acordarme de felicitar a quien me felicitó en alguna ocasión. Me preocupa también no mostrar la alegría suficiente o verme demasiado falso. Me molesta que el motivo real para hacerlo sea una convención social y no una sincera alegría.
Pero el hecho de que cada quien tenga un día dedicado a él suena muy padre. Está aún más padre celebrar el no cumpleaños, que vuelve no especial sólo un día del año. Un paso más allá sería celebrar la existencia misma a diario. En niveles más elevados estaría festejar lo que es, fue y será una persona. Pero al ser humano le cuesta trabajo reconocer lo especial de lo cotidiano. Requerimos declarar un día como único, como si la vida misma no fuera una rareza en el universo.
Como sea, hoy acepté sus convenciones sociales. Espero no ser injusto con ustedes en su momento.

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A pesar de mí

Cuando falleció mi abuelo, una parte de mi vida perdió sentido. Me gustaba ser buen estudiante por ver su cara de felicidad de cada que le mostraba mis calificaciones. Y quería titularme con honores para ver el rostro de mi abuelo ese día.

Mi abuelo murió un semestre antes de que yo entrara a la Universidad. Poco después tenía que escoger una carrera. Yo ya era un escéptico que no creía en la vida después de la muerte y no tenía sentido escoger una carrera para complacer a mi abuelo. En ese momento, me di cuenta que todo mi plan de vida era solo para ver el rostro feliz de mi abuelo, que ya no podría ver más.

Entonces, cambió mi plan de vida: no cumpliría nunca 18 años. Por supuesto, ese plan también salió mal. Mis intentos suicidas fueron tan ridículos que me han recomendado utilizarlos para una rutina de stand-up. Volví a intentarlo en años posteriores. La última vez casi lo logré. Estuve en terapia intensiva tres días y hospitalizado una semana.

En esas ocasiones, y en otras menos dramáticas, he podido darme cuenta de toda la gente que me aprecia. Sin esas personas, la vida sería un poco menos soportable. Todos eso amigos son en los malos momentos como la sonrisa ausente de mi abuelo.

Hoy, que cumplo otro año más de vida a pesar de mí, quiero darle las gracias a todos aquellos que me han acompañado incondicionalmente. No los nombraré, por temor a las omisiones injustas. Solo diré que son los que hoy festejan que cumpla otro año más de vida, y no otro de ausencia, son quienes se han quedado conmigo aún cuando muestro lo peor de mí y con quienes quiero compartir mis alegrías.

A veces es bueno que las cosas no salgan como uno las planea.

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Suicidio y depresión: algo más que un problema de estudio en la ENAH

En Boletín ENAH, Junio 2015

Controversial pintura de una mujer a punto de cometer suicidio, por Rosie Taylor

Controversial pintura de una mujer a punto de cometer suicidio, por Rosie Taylor

Hace un año me enteré que una estudiante de lingüística, que ahora estaría en sexto semestre,  se suicidó. Aunque no la conocía, la noticia me afectó de manera particular y me hizo reflexionar sobre el suicidio y la depresión en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Ya sea de manera directa o indirecta, conozco varios casos de compañeros que tienen pensamientos suicidas o una evidente depresión. Como estudiantes de ciencias sociales, no es un asunto que nos debiera ser ajenos.

La primer obra que a muchos les vendrá a la mente cuando se menciona el tema del suicidio en las ciencias sociales es el monumental volumen que escribió Émile Durkheim, titulado de una forma llana y descriptiva: El Suicido. Sin embargo, probablemente el primero que plantea el suicidio como tema de estudio el empirista inglés Francis Bacon, quien escribió a finales del siglo XVIII un ensayo donde critica las creencias supersticiosas entorno al acto suicida, las cuáles tenían una repercusión en las leyes inglesas —incautación de los bienes del suicida por parte del Estado—, sumadas a la profanación del cuerpo inerte de quien se provocó su infortunio por parte de sus horrorizados coetáneos.

Ya sea a Durkheim o a Bacon a quien le atribuyamos la inauguración del estudio del suicidio —que incluso goza de su independencia como disciplina en la suicidiología —, reconoceremos que en las ciencias sociales y humanas el tema tiene una larga tradición y bibilografía. La atención que se le ha dado como problema social es llamativa. Se trata de un acto producto de una decisión individual y que, por lo general, sólo se puede llevar acabo una vez en la vida, pero susceptible a ser visto en su complejidad social.

Sabemos que existen diversas formas de morir. Sabemos que la muerte es inevitable y nos ocurrirá en algún momento. Sin embargo, la muerte del suicida es incapaz de dejarnos indiferentes por buscar lo que la mayoría intenta postergar.  La atención que nos provoca un individuo que decide terminar con su vida reafirma la naturaleza social de nuestra especie. El suicida repercute con su acto sobre su comunidad y deja varias preguntas en el aire: ¿Por qué lo hizo? Sus motivos ¿eran válidos ¿Podíamos hacer algo, como colectividad, para evitarlo? ¿Por qué nosotros mismos no cometemos suicidio?

El suicida, reducido a una cifra y visto en la frialdad de la estadística, nos muestra comportamientos distintos en el espacio y en el tiempo que a veces chocan con ideas preconcebidas. Por ejemplo, suele creerse que en las comunidades rurales e indígenas las enfermedades mentales son menos comunes al encontrase alejadas del estrés de la “civilización” y por tener un sentido comunitario fuerte. Sin embargo, para mediados del siglo XX, los indigenistas norteamericanos denunciaban que en las Reservas Indias las tasas de suicidio eran mayores que la tasa media de toda la población norteamericana. Groenlandia tienen actualmente la mayor tasa de suicidio a nivel mundial, siendo la población inuit la más representada en esas estadísticas.

Cuadros similares a la depresión y otras enfermedades mentales podemos encontrarlos en el “susto”, explicado como “la pérdida del alma”. De esta forma, nos damos cuenta que no se trata de una “enfermedad cultural” (folk illness) como ha sido entendido, sino de un padecimiento humano real que es interpretado de distintas formas en distintas culturas, incluyendo en la que nos encontramos adscritos.

La etiología del suicidio ha sido tan estudiada como el suicidio mismo. Se reconoce que existen factores bioquímicos que se traduce en un estado anímico conocido como “depresión” que puede, a la larga, conducir al suicidio. Sin embargo, no todos los individuos deprimidos se suicidan. También existen factores sociales que vuelven más probable que un individuo opte por quitarse la vida.

La depresión es reconocida actualmente como uno de los más grandes problemas de salud. Una depresión, en el sentido clínico, no es solo sentirse triste. Se trata de una tristeza incapacitante donde las actividades más cotidianas —como comer, bañarse, vestirse— se vuelven pesadas y molestas. No es una tristeza  que dura un momento, es una tristeza que puede prolongarse meses —e incluso años. Esta situación puede hacer creer al individuo que ésta es su personalidad y que la depresión es parte de él. El riesgo más grave que lleva consigo una depresión es la idea de buscar la muerte.

No todo acto suicida es consecuencia de una depresión, pero un porcentaje significativo lo es. Hecho triste, por ser un problema tratable. Además de la medicación psiquiátrica, existen una gran cantidad de terapias alternativas. Cabe reconocer que ninguno de los tratamientos es completamente efectivo y no siempre son accesibles para todos.

Sorprende que en la ENAH, siendo una de las Escuelas de más amplia tradición en ciencias sociales y humanas no solo en el país, sino a nivel mundial, a penas conozca —y aun menos discuta —los problemas que se viven dentro de ella como comunidad. La incidencia de enfermedades mentales en su población no ha sido un motivo de preocupación. Pocos saben que existe un área de Atención Psicológica  gratuita en la escuela, y aún así, esta no se da abasto. El personal del área notó que las personas que requerían de atención psicológica más urgente eran los estudiantes migrantes, de quienes se calcula que representan aproximadamente el 50% de la población.

La ENAH no cuenta con cifras exactas, pero al menos tenemos información suficiente para suponer que 1) En la Escuela existe una población sensible a desarrollar problemas de depresión u otros problemas psicológicos, y   2) La Escuela no tiene capacidad suficiente para atenderlos a todos. No debiera ser una preocupación trivial si consideramos que la incidencia de suicidio en la población alrededor de 15 a 30 años ha aumentado en los últimos quince años en México, que es el rango de edad en el que se encuentra la mayor parte de los estudiantes de la ENAH.

¿Es responsabilidad de los funcionarios de la ENAH buscar una solución? Si consideramos que el estudio de los factores sociales que influyen en la incidencia del suicidio es una de las líneas de investigación más trabajadas en las ciencias sociales y humanas, ignorar el problema es negligente.

Pero la responsabilidad no solo recae en los encargados de las distintas áreas administrativas de la Escuela, sino en la misma comunidad. Es vergonzoso pensar que la gente que se prepara para comprender distintos problemas sociales y culturales de México, es incapaz de comprender los problemas que viven sus propios compañeros. Mientras la Escuela despliega muestras de solidaridad con los oprimidos del mundo, compañeros nuestros se sienten abandonados a su propia suerte, sintiendo que no hay con quien puedan entenderse.

Por último, la responsabilidad también recae en nosotros, quienes sufrimos de depresión y hemos pensado —algunos incluso ya hemos intentado— suicidarnos. No hablar sobre estos sentimientos no solo nos afecta a nosotros, sino también a otros, quienes padecen la misma situación. Solemos creer que nuestro problema es único y no hay nadie quien pueda entenderlo. Así, creamos una barrera silenciosa e infranqueable entre nuestros semejantes e impedimos la posibilidad de podernos ayudar mutuamente. La depresión crece mientras se calla y se niega.

Por este motivo, me parece importante hacer un llamado a la comunidad para hacer conciencia sobre la existencia y magnitud del problema, primer paso necesario para buscar soluciones.

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Top ten de las cosas más odiosas de junio

La ira casi incontenible y otros sentimientos negativos definieron el mes de junio. La palabra ”odio” la repetí varias veces en mi mente y la escribí también muchas veces más que lo habitual. Para ordenar la mente, he decidido seguir el ejemplo de Juan Torres y escribir una lista negra de las cosas, personas o abstracciones que más disgusto me causaron en este mes.

1. Carlos Castaneda
Aclaro: cuando hablo de Carlos Castañeda, no hablo de Carlos Castaneda.

2. El Estado opresor
¡Muérete ya! ¡Muérete, maldita sea!

3. La avenida Insurgentes
No es posible que me quede atorado en el tráfico incluso cuando pedaleo. Ojalá que un temblor te destruya y nadie te quiera reconstruir.

4. Las desconocidas de la calle que te hacen la plática y luego te plantan dos veces seguidas
¿A qué juegan?

5. Los días de San Juan que parecen invierno
¿18° C en el día de San Juan? ¿Quién se llevó mi verano?¡Devuélvanmelo ya!

6. José Vasconcelos
Espero que tu raza cómica se quede sin descendencia.

7. La cara de José Vasconcelos acuñada en una moneda de $5
No suelo comprar coca-cola, pero me compré una con tu cara porque sé cuanto odias lo pocho.

8. Los libros inclasificables
¡Díganne de qué tratan, maldita sea! ¿Son novela, ensayo o eyaculación precoz de un escritor chaquetero?

9. El festival Aural
Si quisiera escuchar distorsión, pongo mi radio en ninguna estación. Hay buenos músicos en la calle y ustedes usan el Centro Cultural España para sus mamadas.

10. Los estudiantes que no van a las exposiciones de sus compañeros
Espero que reprueben.

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