Archivo de la etiqueta: antropología

Sabrá el nombre de la dama y el color del vestido

Los estudios de etnosemántica que siempre me parecieron más interesantes eran los que tenían que ver con los nombres de los colores. Me parecía fascinante saber que en algunas lenguas discutir si algo es azul o verde, o naranja o rojo, o cualquier otra categoría contigua en el espectro cromático, era fútil, ya que estas podían agrupar en una misma categoría esos colores. En el extremo opuesto, está el clásico ejemplo de Franz Boas sobre los nombres para el blanco en los pueblos inuit.

Pero lo alucinante del color no queda en el aspecto etnolingüístico. La luz es una onda muy particular, por eso de ser onda y partícula. Y la refracción es un fenómeno óptico que, aunque la descompone en su gama cromática, no revela toda la complejidad del color.

Resulta que el cerebro también interviene en cómo vemos la luz, y por lo tanto, los colores. Una de las anécdotas que más se me quedaron grabadas de Un antropólogo en Marte de Oliver Sacks era la de un pintor que se quedó, por decirlo de alguna manera, daltónico. Sacks aprovecha para explicarnos todo lo que sabemos y no sabemos sobre cómo se perciben los colores.

Ahora, Internet ha logrado dividir al mundo entre quienes pueden ver el color de un vestido como negro y azul, y entre quienes pueden verlo dorado y blanco, mostrándonos que aún no entendemos del todo cómo funcionan los colores. De esta situación particular, podemos concluir lo siguiente:

  1. El mundo siempre encontrará motivos para polemizar.
  2. Hemos entendido que no todos tienen que ver, necesariamente, lo mismo que nosotros.
  3. Los misterios que Internet plantea, Internet los responde.

Pero si aún hay quien quiera discutir sobre los colores de un vestido, me acuerdo ahora de una adivinanza que le gustaba a mi abuelo:

Si el enamorado es el correspondido, sabrá usted el nombre de la dama y el color del vestido.

Deja un comentario

Archivado bajo Ociosidades

Ojalá haya paz: El Islam en nuestra cultura

Actualizado el 14 de noviembre de 2015

El mundo árabe y el Islam suelen confundirse como sinónimos. Yo lo hacía mientras pensaba en mi admiración al mundo árabe y al Islam, admiración que comenzó cuando supe de Saladino, aquel sultán sarraceno que enfrentó a los cruzados.

Campaña de Saladino en Age of Empires II

Conocí a Saladino jugando Age of Empires II.

Saladino, el sarraceno

Como gobernante, Saladino se preocupó en fundar Universidades, pero las prioridades cambiaron cuando una horda de fanáticos religiosos llegaron a sus dominios reclamando Tierra Santa. Su pueblo no le permitiría tolerar la profanación de templos musulmanes, ni la agresión de peregrinos a La Meca, ni el exterminio de la población islámica en ciudades que se resistieron al asedio cruzado. Saladino llamó a la Yihad: «ojo por ojo, diente por diente». A los nobles cruzados los trató como iguales y con hospitalidad, a pesar de ser prisioneros de guerra, excepto al francés Reinaldo de Châtillon, cuya actitud sanguinaria le negó la merced de Saladino.

Los matemáticos musulmanes

Esta admiración continuó cuando leí El hombre que calculaba, cuyo autor no es ni árabe, ni musulmán, pero recrea esa época dorada del Islam y escoge el seudónimo de Malba Tahan. La elección no podía ser fortuita. Los conocimientos matemáticos y astronómicos que se cultivaron en la antigüedad no hubieran podido ser rescatados de no ser por el Islam. Los musulmanes además aportaron mucho a este conocimiento.

Portada de Álgebra, por Aurelio Baldor, con Al-Juarismi en tres cuartos.

Al-Juarismi, matemático persa, posaba en la popular portada de un libro de álgebra.

Los números que usamos en la actualidad fueron traídos de la India por ellos, así que les llamamos «árabigos». El término de algoritmo, que se refiere al conjunto de pasos para resolver un problema adecuadamente, proviene del matemático musulmán persa (no árabe) Al-Juarismi, a quien muchos conocimos en nuestra portada del libro de Álgebra de Baldor, otra ciencia cultivada dentro del Islam.

Palabras árabes en el español

Nuestro idioma tiene mucho del Islam. En el siglo XII, era el mozárabe la lengua más hablada por la población cristiana en la Península ibérica, una lengua romance con marcada influencia semítica, influencia inevitable por compartir un territorio. El mozárabe nos dejó las jarchas como testimonio de la poesía en ese idioma y muchas de las palabras más hermosas de nuestro idioma,: Ajedrez, alhaja, azul, ojalá… Imagino los sonidos de estos arabismos como lacerías, aquellos adornos típicos del arte Islámico.
Linguistic map Southwestern Europe

«Ojalá» es de mis palabras favoritas y su presencia en el español actual me parece un triunfo contra la Inquisición Española. Según el DRAE, proviene del árabe «law šá lláh» que traduce la academia como «si Dios quiere», aunque otros señalan que la traducción exacta debiera ser «si Dios quisiera». Como agnóstico, es una palabra que se acopla muy bien a mi duda, mientras me encomiendo a la divinidad sin sonar beato.

Mi acercamiento (superficial) a lo árabe

Tengo una barba poblada, una tez morena y unos rizos gruesos. Muchos conocidos me hacen mofa por mi aspecto árabigo y no me molesta. Tal vez sea cierto. Hubo siete siglos de presencia musulmana en la península Ibérica, hasta que la monarquía católica limpió hasta las costas de moros. Cuando escucho o leo algo contra el Islam, se me enerva la sangre como si fuera descendiente del profeta Mohama, aunque no sé mucho del Islam. Es una religión que ignoro bastante. He ido a una misa sufí, y bailé mientras un derviche giraba excitado, por curiosidad antropológica, pero del Corán solo he admirado el arte editorial de su portada.

//platform.twitter.com/widgets.js

El prejuicio, la intolerancia y el odio

Debo aceptar mi desconocimiento del Islam para no caer en los típicos prejuicios antislámicos. Me molesta la hipocresía del mundo occidental, que critica el velo como un atuendo que denigra a la mujer, pero no critica la tortuosa imposición de tacones para las mujeres en algunos centros de trabajo; que cualquier crítica razonable a la política bélica del Estado Israelí la condena de antisemitismo, pero la destrucción de casas de musulmanes en Palestina no es antislamismo.

En Francia, el antislamismo no es algo nuevo e importantes intelectuales franceses lo han practicado. El antropólogo Claude Lévi-Strauss lamentaba que entre Europa y la India se interpusiera el Islam, cultura de la cual no tenía buenos comentarios. La última obra de Michel Houellebecq es una distopia donde Francia se volvió un Estado Islámico. Hay una islamofobia y atentados como los sucedidos contra la revista Charlie Hebdo y ahora contra toda clase de civiles en París, no ayudarán a disminuirla.

A todos nos ha dado tentación de matar a un mal comediante, pero ya sea en México, en Francia o en Palestina, la agresión contra civiles desarmados no puede ser bien vista.

Para evitar la difusión del odio, hay que matizar las responsabilidades. Los terroristas no son todo el Islam. El Islam no es sinónimo de atraso y machismo, como no lo es de «árabe». En una entrevista, este punto tuvo que ser aceptado por Houellebecq: “En el fondo, el Corán es mejor de lo que pensaba, después de releerlo… o más bien de leerlo. La conclusión es que los yihadistas son malos musulmanes». Como los cruzados eran malos cristianos.

Temo que los odios y la violencia se recrudezcan pronto por la intolerancia y los prejuicios, que llevan a todo tipo de fanatismos violentos. No me queda mas que usar mi arabismo favorito de nuestro idioma, como si se tratara de una oración laica: Ojalá haya paz.

Deja un comentario

Archivado bajo Opinión

El simbolismo como ideología para la resistencia

Nuevamente se declaró en paro la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). La acción se justifica como un acto de solidaridad al Instituto Politécnico Nacional (IPN) y, según tenía entendido, también para Ayotzinapa. Pero no vi nada sobre ello.

¿Cómo ayudará el cierre de la ENAH a la lucha del IPN? La explicación es sencilla: con simbolismo. Todo antropólogo sabe que el simbolismo es efectivo para sanar todo mal de la sociedad. Sólo hay un prerrequisito: que creas que es efectivo.

Aunque el concepto de eficacia simbólica viene de la antropología estructuralista, la plena confianza a este método me parece un mal del pensamiento posmoderno en la teoría social. Se presupone que el simbolismo «lo puede todo».

Con un pensamiento materialista-dialéctico como base, al menos se podría aceptar que cerrando el espacio físico donde se da la reunión y discusión de ideas se trunca en lugar de impulsar el apoyo de una comunidad. Si bien se exhortó a la comunidad a participar en reuniones donde discutirán problemas que existen dentro de la ENAH durante el paro, cabe cuestionarse si cerrar la escuela es una forma de motivar la participación, o si por el contrario, la participación será menor ya que muchos no tienen compromisos que los obligue a asistir.

Si el simbolismo fracasa, es fácil culpar a la actitud apática del «otro» por la ineficacia de nuestras acciones (siempre simbólicas) que realizamos sin considerar las condiciones materiales en las que se llevan acabo; acusar de «fascista» a quien no comparte los modos (pero podría compartir los objetivos).

No digo que una acción simbólica no pueda ser efectiva. Ha habido casos en los que su repercusión ha sido sorprendentemente efectiva. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) ha realizado varias acciones de este tipo obteniendo una gran respuesta a nivel internacional. Pero su movimiento no se basa únicamente en acciones simbólicas. Hay un trabajo comunitario que está antes y después de manifestaciones públicas.

Este trabajo discreto e invisible puede ser menos mediático, menos simbólico, pero muchas veces más efectivo por ser más real. El trabajo hormiga que representa discutir los problemas locales y globales en pequeños círculos considero que son los que pueden llevar posteriormente a transformaciones importantes.

No sé. Tal vez me equivoco. Pero he visto fracasar tantas veces aquella estrategia que en un pasado he apoyado, que siento que repetirla muestra una falta de imaginación de nuestra  generación y  de nuestra comunidad. La ENAH se ha ido en paro efectivo varias veces como solidaridad simbólica a otros movimientos (que quién sabe si se enteraron de la acción), pero ha hecho paros simbólicos (es decir, paros que no son paros pero en las mentes de quienes lo llevan acabo lo son) cuando se ha tratado de los problemas de la ENAH. Así, se han permitido imposiciones de planes de estudios, de coordinadores, de directores, de proyectos de remodelación innecesarios, etcétera. Mientras, la resistencia ha quedado en discurso y simbolismo. Si fracasa, nunca será por los métodos incuestionables, sino por la apatía o la necedad de los otros, que nunca creyeron en su eficacia.

Deja un comentario

Archivado bajo Opinión