Me han etiquetado en Facebook para que cuente 10 cosas que tal vez pocos sepan de mí durante tres días seguidos. Es un reto que conlleva a preguntas existenciales como «¿qué realmente sabe uno de uno mismo?» y «¿qué realmente saben los demás sobre nosotros desde Facebook?». Pero no la hago larga, aquí voy. Lo acomodo en orden cronológico:
- Aprendí a jugar ajedrez antes de aprender a leer. Pedí que me enseñaran a jugar porque los adultos siempre me regañaban cuando agarraba el tablero. Decían que lo jugaba de la manera «incorrecta» y tenían razón. Jugaba como Felipito antes de aprender, las ponía como si fueran pinos de boliche y las tumbaba, o bien, las usaba como muñecos. Aunque ya no juego muy seguido, el ajedrez sigue siendo uno de mis juegos preferidos y puedo ignorar al mundo cuando me siento frente a un tablero.
- Escribo poemas desde que aprendí a escribir. Casi todos son muy malos, y los que escribía de niño eran peores. Aún así, me publicaron varios poemas en revistas culturales de Veracruz, en boletines de la SEP y en la sección cultural de El Sur en Veracruz. Añado uno publicado en la revista Pasto Verde cuando tenía nueve años para que vean que en verdad son malos y no es modestia.
Mi Pelota
En el mar, amar, en el parque, querer y en la casa
revolotear.
Mi pelota en el mar,
jugábamos
con un calamar,en la casa, pegándole
al mar,
en el parque, con los niños de la mar.Pero esos tiempos ya pasaron y ahora se fue.
Adiós,
adiós.
Pelotita de
arroz.
Adiós,
adiós,
pelotita de arroz. - En la primaria, era fan de la astronomía y los dinosaurios. Pedía que me compraran todas las revistas y libros que hubiera sobre dinosaurios y astronomía. Tenía muchos mapas celestes y libros de divulgación. Como a los 7 u 8 años me regalaron en una navidad un telescopio newtoniano con espejo de 900mm de diámetro, con el que vi varias veces la luna pero nunca pude observar bien algún planeta. Me di cuenta que muchos de mis libros de astronomía eran escritos por la misma mujer: Julieta Fierro. A los 18 años tomé clases de oyente con ella en el Instituto de Astronomía de la UNAM y me regaló el Diccionario Panhispánico de Dudas y un libro sobre Einstein. Volví a ser esa vez un niño muy feliz.
- De niño, me gustaba ver durante horas los Atlas Mundiales que había en mi casa y me imaginaba tácticas militares en los mapas para conquistar el mundo. Mi plan era volverme Gobernador de Veracruz y devolver la capital del estado al puerto de Veracruz. Después, declararía la independencia de México e incitaría a los estados del Sureste a hacer lo mismo. Luego, iniciaría una campaña militar para conquistar el norte y anexionar así todo lo que era México y cambiarle el nombre a Veracruz, pero sin la ciudad de México porque ellos no hacen nada más que contaminar. Así que les impondríamos un asedio para que la ciudad colapsara. Sin el lastre que significa la ciudad de México, el nuevo país (Veracruz) tendría todos los recursos para dominar el mundo. A partir de ahí no me acuerdo si el plan era dominar Centroamérica o irnos directo contra Estados Unidos. Y sí, a los ocho años no veía mal matar de hambre y sed a 20 millones de personas. Finalmente, eran puros chilangos.
- En la secundaria, la maestra de español nos pidió que hiciéramos fichas bibliográficas de TODOS LOS LIBROS que habíamos leído en toda nuestra vida. A mí me pareció la tarea una exageración «¿Por qué TODOS?» «¿Por qué no dos, o tres, o diez si quiere muchos?». Me pasé una tarde copiando las fichas de TODOS los libros del estante de mi cuarto, y cuando ya llevaba más de cincuenta me dije «Ya no voy a copiar más fichas bibliográficas. Además, ¿cómo va a saber que no están todos los libros que he leído en mi vida? No puedo copiar todos, están los libros que he leído en casa de mi abuelo, y los que me prestaron ¿cómo voy a sacar su ficha?» Le entregué las fichas a mi maestra esperando que no se diera cuenta que no había puesto TODOS los libros que había leído en mi vida. Después, me mandó a llamar y yo me preocupé «¡Ya descubrió que no puse TODOS los libros!» Me presentó ante otros maestros para participar en un evento con otras escuelas donde hablaríamos de libros porque, según ella «¡este niño ha leído muchos libros!» No llegué a dicho evento porque ese día me desvelé leyendo y no me pude parar del sueño.
En retrospectiva, me doy cuenta de lo tonto que era al creer que la maestra en verdad quería la ficha de TODOS los libros que había leído en mi vida. Quizá hubiera bastado si ponía dos, tres o diez. - Entré al CCH porque quería estudiar Química Farmaco-Biológica (QFB) en la mejor universidad del país en ciencias exactas: la UNAM. En Veracruz no tenía muchas opciones para un bachillerato decente que me hiciera competitivo en el examen de admisión, así que opté por irme a vivir a la ciudad de México. Muchos familiares intentaron convencerme de que no lo hiciera «porque es una ciudad insegura donde te pueden asaltar y matar en cualquier lado». Mejor me quedaba en Veracruz, porque era muy tranquilo y la gente no se robaba ni un frutsi. Hoy mi familia me pregunta que para qué me quiero regresar a Veracruz, si la cosa está muy fea.
- No estudié QFB porque conocí a Polo Valiñas, quien tal vez es el único lingüista con sentido del humor que existe en México. Me metía a sus clases de náhuatl en el Instituto de Investigaciones Antropológicas y quedé fascinado con toda la poesía que se podía apreciar conociendo otras lenguas. Decidí que quería averiguar cómo las lenguas influyen en sus hablantes como un grupo social y por eso estudié sociología y lingüística.
- Tal vez esto sí lo saben muchas personas. He intentado suicidarme más de una vez en la vida. Me han diagnosticado Trastorno Afectivo Bipolar tipo II, que produce leves hipomanías (momentos de mucha euforia en las que te sientes superior a todos los demás o igual a Dios) y depresiones fuertes. He estado bajo medicación varias veces. Ahora, que llego a este punto tras escribir cosas que me parecen muy divertidas y agradables, no entiendo bien por qué he intentado matarme. Aún pienso seguido en el suicidio, pero hoy tengo más herramientas para alejar esas ideas de mí. Es como un demonio que entra cada que bajo la guardia. Si no me he suicidado, quizá es porque en verdad no quiero morir, solo a veces no sé cómo lidiar con mis sentimientos y me parecen demasiado fuertes e indomables. No tengo problemas en confesar que me he intentado suicidar, porque espero que otras personas que se sienten o se han sentido igual vean que no es algo que se deba ocultar. Creo que compartir lo que sientes hace más grandes tus placeres y vuelve a tus penas menos pesadas.
- Si han llegado a este punto, no les parecerá raro que mi primer beso fue hasta los 23 años y que fui un ejemplo de castidad masculina, llevada con estoicismo, durante 24 años. Sólo he tenido una novia, con quien viví durante más de un año y con quien descubrí sensaciones y sentimientos que solo había conocido en los libros y en las películas románticas pretenciosas que proyectan en la Cineteca. Aún no puedo estar con otra persona sin pensar en ella.
- Empecé a hacer Stand-Up hace como mes y medio los lunes en La Chica, por invitación de Guillermo Amador. La verdad, no sé qué me pasó por la cabeza que me hizo querer intentarlo, pues considero que, la mayor parte del tiempo, soy una de las personas más aburridas con las que puedes estar. Me animé, en parte, porque me parecía que la comedia en México se limitaba a hacer mofa de los pobres y los tontos, lo que me resulta de muy mal gusto y quería ver si podía pegar algo diferente. Me gustan Les Luthiers y la comedia británica, como los Monty Python y quería hacer algo como ellos. Aún sigo intentando causar gracia, pero nadie capta mi hilarante humor inglés.