Mi madre odia tanto la filosofía, que la única vez que se casó fue con un poeta. Irónicamente, su matrimonio la llevó a las mismas conclusiones que Platón. Platón destierra al poeta de la República por no aportar mas que mentiras, y mi madre corrió a mi padre de la casa por más o menos las mismas razones.
A sus 24 años, mi madre ya era una mujer divorciada con dos hijos y una profunda comprensión sobre la vida. Ella decía que quien te quería te dejaba marcas, y de esa manera justificaba usar la hebilla del cinturón. Yo saqué provecho de sus enseñanzas. Cada 10 de mayo la felicito a lo lejos, para mantener una distancia segura, y si me reclama no darle ninguna muestra de afecto, le digo que qué mejor prueba quiere de mi amor que las cicatrices que aún tiene en el vientre.
Comprendo la animadversión de mi madre por la filosofía. Los manuales complican su comprensión: que los presocráticos, que los estoicos, que los escolásticos, que los existencialistas… complicaciones innecesarias pues la filosofía se puede dividir en tan solo dos grandes corrientes: la de los filósofos feos y la de los filósofos guapos. Estas diferencias, establecidas por los hados de la genética, determinan posturas diametralmente opuestas sobre la existencia. Un filósofo que cree que la vida es miserable y debemos aceptar este hecho, ha sido alguien cuya madre se arrepintió de no haberlo abortado la primera vez que lo tuvo en sus brazos. Por el contrario, quien cree que la vida es maravillosa y uno sólo debe aprender a disfrutarla, es alguien que está acostumbrado a obtener cuanto quiere con solo pedirlo y sonreír. Estos últimos son las mismas personas que recomiendan que, para invitar a salir a alguien, basta con acercarse y hablarle. Ese consejo es muy efectivo cuando uno mide más de uno ochenta, tiene un rostro simétrico y una espalda que parece esculpida por el mismo Rodin. Pero cuando uno mide uno sesenta y tres, tiene brazos que parecen mangueras y un cuerpo esculpido por Botero, debe esforzarse un poco más, o resignarse como Schopenhauer.
- El pensador, de A. Rodin.
- Un Botero
Admito que no a todos los filósofos se les puede clasificar en una u otra corriente tan fácilmente. En particular, tengo problemas para clasificar a Karl Marx. Su abundante vello facial me impide determinar si era rostro o si tenía algún rostro. Supongo que es una consecuencia de su método filosófico. Marx resuelve la contradicción fealdad-belleza, cubriéndose de pelos la cabeza. Esto es lo que se conoce como “dialéctica”.
¿En qué corriente me ubico? Me suelen decir que no soy feo, que es otra forma de decirme que no soy guapo. Creo que soy marxista.