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Le chosisme: Del nouveau román al SEO

La primera vez que supe del chosisme o cosismo, fue por Enrique Vila-Matas. En Bartleby y compañía, Vila-Matas narra la experiencia de una escritora cubana, María Lima Mendes,  que quería encontrar en el Quarter Latin de París a las mismas musas que habían tocado antes a otros literatos latinoamericanos. Sin embargo, su escritura se pierde en una moda literaria que María Lima Mendes llama simplemente como «El Mal». Cuenta Marcelo, el narrador de Barleby y compañía:

Cuando llegó al barrio a comienzos de los setenta, estaba de moda en las novelas prescindir del argumento. Lo que se llevaba era el chosisme, es decir, describir con morosidad las cosas: la mesa, la silla, el cortaplumas, el tintero…

María empieza una novela en la que se atora por seguir la moda del chosisme, dedicándole hasta treinta folios a la descripción de una etiqueta de agua mineral. Marcelo señala que esta tendencia tiene su «máxima apoteosis» en el Nouveau Román, cuyo principal representante es Robbe-Grillet.

La segunda referencia que encontré del cosismo fue en Crónicas de Bustos Domecq, libro escrito en conjunto por Borges y Bioy Casares. En Una tarde con Ramón Bonavena, Honorio Bustos Domecq entrevista al ficticio escritor de Nor-noroeste, libro que se caracteriza por ser una descripción detallada del escritorio donde trabaja el literato. El capítulo 2 y 3, por ejemplo, se dedican a ofrecer todos los detalles de su cenicero. Ramón Bonavena, que se ubica temporalmente antes que Alain Robbe-Grillet (una supuesta obra póstuma es publicada en 1939), denomina a su tendencia literaria como «descripcionismo» y augura su imitación futura.

Fuera de estas dos referencias, que son sobre todo satíricas, poco se puede encontrar en una búsqueda en línea sobre el chosisme como corriente literaria. Aún en francés, los artículos sobre el chosisme son escuetos, pero el nombre de Alain Robbe-Grillet suele estar ligado a ellos. Pareciera tratarse de una moda literaria condenada al olvido, si no fuera por la Search Engine Optimization (SEO).

Me explico: en mi actual trabajo, debemos generar descripciones de productos de electrónica con el objetivo de mejorar el tráfico a la página del cliente. Cada descripción debe tener, como mínimo, 250 palabras. Aunque los usos que el comprador pueda darle al producto va dentro de la descripción, lo que se debe destacar es, en sí, el objeto en venta. El trabajo puede ser medianamente sencillo cuando se trata de bafles o luces para fiesta, pero se complica cuando se tienen que describir cables de audio o cables UTP. Ante tales exigencias literarias para aumentar las ventas en línea, no queda mas que recurrir a Robbe-Grillet y a su olvidado estilo descripcionista.

Compañeros del trabajo planeando cómo utilizar el cosismo para SEO.

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Una violenta campaña publicitaria para promover un libro (o Borrador para un manifiesto libroterrorista)

El 6 de enero leí una reseña sobre el último libro de Houellebecq, Soumission, que iba a estar disponible para el público francés al día siguiente. Una pequeña polémica comenzaba a desatarse antes de su venta en las librerías ¿Michel Houellebecq alimentaba el discurso de derecha antislámico? El autor ya había sido cuestionado sobre este asunto en una entrevista realizada por Sylvain Bourmeau en The Paris Review, donde Houellebecq negó ser islamofóbico y, de paso, misógino. Por su carácter controversial, el libro parecía ya tener potencial de difusión.

Al día siguiente, Houellebecq sería el centro de las burlas del semanario Charlie Hebdo, apareciendo como un mago profeta. Luego, un par de encapuchados entra a las oficinas del semanario, grita Allahu akbar y dispara sin una pizca de la misericordia del Infinitamente Misericordioso. El acto se vuelve Trend Topic y el semanario se convierte en el centro de atención de las noticias. Con ello, su última portada, donde Houellebecq aparecía como profeta, no pasa desapercibida. Dos días después, la última obra de Michel Houellebecq se vuelve la más vendida en amazon.fr.

Tal éxito de ventas es comparable con la venta masiva de Las Profecías de Nostradamus después del atentado contra las Torres Gemelas en Nueva York, casualmente de autor también francés y también llamado Michel. Como en este tipo de actos es común que se presenten tesis conspiranoicas, no desaprovecharé la oportunidad para hacer mi propia teoría de la conspiración:

La matanza contra Charlie Hebdo no ha sido producto del fundamentalismo islámico, ni un autoatentado planeado por la derecha francesa para justificar su islamofobia. Este es producto de una violenta campaña publicitaria para colocar a Michel Houellebecq en el top de ventas en Francia, y seguramente mundiales una vez que haya traducciones disponibles. Se trata de una táctica practicada y probada desde el 9/11, y que por primera vez coloca a un autor vivo en los best-sellers.

¿Qué agencia de publicidad se encuentra detrás de tales actos? ¿Se justifica el derramamiento de sangre para elevar los niveles de ventas editoriales, cada vez más a la baja? ¿Alguien quiere pensar en las bibliotecas?

Los lamentables hechos acaecidos en París muestran que el terrorismo puede no ser el mejor medio para promover el respeto a una religión, pero sí para las ventas de libros. En ese sentido, el visionario Erick Ampersand ha visto en él un medio para llevar a la lectura hasta los lugares donde los libros tienen un difícil acceso en el país, como Los Pinos. A esta doctrina ha bautizado como «Libroterrorismo».

¿Qué actos serían libroterroristas? Dice Ampersand:

Metemos libros en una mochila y la dejamos «olvidada» en aeropuertos, plazas públicas, oficinas de gobierno; arrojamos enciclopedias adentro de Los Pinos, recitamos el diccionario en el Metro, boicoteamos la farbuzallada (sic) de Zuckerberg. Leer con pasamontañas, con burkas.

Estos actos, por su puesto, no pueden carecer de un eje moral que los rija:

  1. Amarás a los libros por sobre todas las cosas y a las personas por sobre todos los libros.
  2. No rendirás tributo a un libro en específico, sino hacia el conocimiento que se encuentra repartido en cada uno.
  3. Santificarás las bibliotecas y promoverás su desarrollo.
  4. Leerás para transformar la realidad, no sólo para interpretarla.
  5. No harás de la lectura una obligación, ni un símbolo de estatus.
  6. Compartirás tus lecturas y tus notas.
  7. No citarás a un autor que solo hayas leído en una imagen compartida en las redes sociales.
  8. No le negarás un libro a quien lo necesite.
  9. Reconocerás que hay un libro en cada persona.
  10. Le regresarás su libro a tu prójimo.

La creación de las primeras células libroterroristas ha tenido sus inconvenientes, así como la discusión de sus primeras acciones y principios, ya que los lectores más fanáticos no desean levantarse de sus cómodos sillones.

Sin embargo, paciente lector que ha llegado hasta estas líneas, no se sorprenda si algún día un grupo de enmascarados irrumpen el espacio público con una explosión de verbos y letras.

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La vida de a grapa

Publicado en De-Veritas

Hacerse leer cuesta trabajo; que te paguen para que te lean,  suena iluso; que alguien pague por una letras, parece de locos. Ahora, que haya quien pague por leer poesía, se escucha sospechoso. Y uno no puede quejarse. por lo tanto, de regalar su trabajo. Porque finalmente, escribir no es un trabajo, es algo que haces en tu tiempo libre por gusto. Leer es trabajoso ¿por qué habrías de pagar por ello?

Yo evito pagar por lo que sea. Sólo hay algunos gastos que se me imponen como inevitables: comida, ya que a ciertas horas del día no hay quien me invite ni un taco; casa, porque los fondos de los puentes no son tan cómodos como en las películas aparecen; transporte, porque la bicicleta a veces falla y hay que parcharla de vez en cuando, cambiarle la llanta o usar transporte público porque ya qué. Para todo lo demás, tengo mis formas de conseguirlo de a grapa. De vez en cuando hago un gasto lujoso para un regalo de alguien que aprecie -a veces esa persona soy yo-, pero por lo general, sé cómo hacerme de las cosas de a grapa y la formas que no las sé, las descubro luego.

El jueves pasado descubrí otra forma de leer libros de a grapa. Más que «descubrí», debiera decir, «me atreví». Ya había pensado aquella treta, pero no se había dado ni la ocasión ni el texto para hacerlo. Sucedió paseándome por la librería de la Cineteca. No tenía ganas de ver una película, y ver los libros se presentó como alternativa. Al principio, caminé un poco decepcionado por los estantes. Los mismo títulos de siempre, los que se ven en todos lados era los que me encontraba. Nada atrapaba mi atención y ese día era particularmente difícil hacerlo, ya que en realidad no quería poner atención a nada.

Después de merodear los dos pisos, volví a la entrada donde se encontraban los primeros estantes que extrañamente eran los únicos que no había visto aún. Se exhibían las novedades, que llamaron por mi atención, atención que les negué sin miramientos cuando entré. Había un libro sobre Bernardo Fernández (Bef) que no estaba ilustrado por él, editado por Almadía. Una bonita edición, como suelen ser las de esa editorial, pero lo bonito no me interesaba en ese momento. Preferí hojear a dos autores editados por Tierra Adentro. De uno no recuerdo su nombre, lo cual es una lástima porque quería buscarlo después. El otro sí lo recuerdo, pero si no he de hablar bien de él prefiero no mencionarlo. Al final, me encontré delante de un prado una vaca de …

¡Perdón! Debo usar el formato adecuado para evitar confusiones. Al final, me encontré Delante de un prado una vaca de Fabio Morábito. No me haré el erudito. Al poeta no lo conocía mas que por oídas. «Oídas» es un decir, porque eran tanto oídas como leídas. Ambos casos, me parece, Erick Ampersand tenía responsabilidad. En una inspección a una librería de viejo en que lo acompañé, lo mencionó. Y recientemente le leí una reseña del último libro de Morábito, El idioma materno.  Con la confianza que me daban las referencias, tomé el libro editado en pasta dura, escrito gracias a una beca del FONCA. Leí los primeros poemas, y revisé el precio. Dudé por un momento que se tratara de un libro de poesía, ya que si la poesía no se lee, menos se vende, y menos aún cuando es a un precio que representa la tercera parte de mi sueldo quincenal. Sí, era un libro de poesía. A sabiendas que no iba en ese momento a comprarlo, ni me lo iban a regalar para mi cumpleaños -¡ya próximo! No olviden festejarme por el mérito de aún  estar vivo -no tuve empacho de continuar con los poemas de en medio. Para los poemas del final, yo ya estaba cansado, así que fui a sentarme en unas sillas poco cómodas que tiene la librería para quienes quieren jugar con unas tabletas expuestas sin tener en claro yo con qué objetivo.

Los últimos versos los leí con angustia. La librería estaba por cerrar y me faltaba ya tan poco por terminar. Era el inconveniente del método. Creo que un libro de poesía no es para empezarlo o para terminarlo, sino para tenerlo de compañero. Es para tratar de retener sus palabras -las llegadoras -para releerlo y observar la característica de sus estrofas con detenimiento -el ritmo, la métrica, la cadencia -, para memorizar lo mejor dentro de él, y memorizar requiere su tiempo. Así que yo leía tratando de retener en mí memoria lo más que podía, mientras también me empeñaba por abarcar la totalidad de su contendido, para no quedarme en la noche con una sensación de incompletitud.

Acabé el libro y salí del lugar. Los vigilantes no parecían recriminarme mi tacañería. Aún así, sentía algo de culpa. Rara vez me pagan por lo que escribo y tal vez se debe a que rara vez pago por lo que leo. ¿Karma?  O tal vez no se deba a eso, sino a que hay muchos como yo, que no están en disposición de pagar, porque si de pagar se trata, hay que pagar la renta, la comida y el transporte. Uno busca ganarse la vida, y a veces ese «ganarse la vida» es buscar que la vida le salga de a grapa.

El libro de Morábito me ha acompañado desde aquel jueves. Dejo en claro que me ha acompañado en el mismo sentido de un «te llevo en el corazón». Aún no me he atrevido a otras cosas más riesgosas para vivir de a grapa. Diría más sobre él, pero no tengo cómo citarlo.

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