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La Sociedad de los Periodistas Muertos, Aristegui y los Grandes Consorcios Mediáticos

MVSEn mi timeline de Twitter y de Facebook mis contactos se expresan en contra del despido de la periodista Carmen Aristegui por MVS. Este despido sucede después de que dos colaboradores de la conductora del noticiario matutino fueran también despedidos tras ser presentado Mexicoleaks, una plataforma para filtrar documentos de interés público y proteger a los periodistas y ciudadanos.

Tras leer la ola de indignación -comprensible- por lo sucedido y las acusaciones de violar la libertad de expresión a MVS, me he preguntado si no debiera unirme a esa indignación. Sin embargo, no siento realmente la necesidad o el deber para quejarme y necesito explicar por qué.

México compite ferozmente por mantenerse en el liderato de los países con más agresiones a periodistas. Esta posición la ha logrado con esfuerzos, ya que ni siquiera está en guerra como sucede en otros países punteros. Esas agresiones incluyen muchos asesinatos, donde Veracruz se mantiene como el más hostil al periodismo.

La mayoría de los periodistas muertos y agredidos eran apenas conocidos. Algunos ni siquiera trabajaban para medios comerciales de gran alcance nacional. Moisés Sánchez ni siquiera estudió periodismo, solo era un taxista que con sus propios recursos montó un portal web donde informaba sobre lo que sucedía en El Tejar, una ranchería de Medellín.

En todos esos casos, no eran contratos de trabajo, sino vidas las que eran terminadas. Y hemos guardado silencio. No hemos creído que valía la pena solidarizarse o exigir el respeto a la libertad de expresión, al menos no en masa. Más vergonzoso aún ha sido que ni los periodistas hayan realizado una acción coordinada para solidarizarse con sus compañeros (¿falta de imaginación? Bien pudieran ser primeras planas en negro, consignas en los tabloides hasta que se esclarezcan las muertes, las opciones son demasiadas).

Nos falta apreciar los pequeños medios informativos, aquellos que se juegan el cuello más que nada por amor al oficio, pues la ganancia es poco significativa. Los grandes consorcios se preocupan por sus bolsillos. La información es un negocio para ellos, no un derecho que nos ofrecen a nosotros. Ellos pueden contratar y despedir a quien se le dé la gana. Nosotros podemos decidir si los vemos, los escuchamos o los leemos. Ser leal al gobierno deja de ser un buen negocio si no hay audiencia que justifique los altos precios del tiempo al aire para comerciales.

También nos falta reconocer que todos podemos ser periodistas. Los medios hoy en día nos sobran. Los índices de cámaras fotográficas per capita en la calle deben ser los más altos en la historia del país. La mayoría de los modelos de celulares permiten grabar audio. Las plataformas para publicar en la red son tan variadas que es difícil elegir.

No quiero con esto menospreciar el oficio del reportero. A pesar de todo, necesitaremos siempre gente que se dedique tiempo completo al periodismo, pues son los que pueden hacer mejor que nadie el trabajo. Son los que saben cómo solicitar documentos a las dependencias, verificar los datos, hacer las preguntas incómodas durante las ruedas de prensa y las entrevistas. Aún en el periodismo profesional, son los menos y necesitamos de ellos más. Empecemos por reconocerle su labor para no solo saber que existen cuando aparecen en una fosa con signos de tortura porque estaban haciendo bien su trabajo.

Por otro lado, los grandes consorcios deberán ser leales a las políticas del gobierno federal mientras el espectro radioeléctrico sea un pastel en una fiesta donde el poder Ejecutivo tiene el cuchillo para repartirlo. No basta una voz disidente en la radio nacional para cambiar este panorama. Por eso me siento incómodo si comparto o expreso indignación por lo sucedido al equipo de Carmen Aristegui. Sí, limita las opciones de información en radio, pero si me voy a quejar, no será para reconocer el poder que tiene la burguesía para decidir qué vamos a escuchar. Los medios alternativos existen. Mientras, la fama de Carmen Aristegui le permitirá entrar a otros medios, tal vez más pequeños. Deberíamos voltear a esos medios que tienen menos intereses que perder. Mejor así, son los medios que prefiero leer y escuchar.

Solidarizarme con Carmen Aristegui me parece acción de una fandom iracunda, similar a la que se manifestó cuando Cuauhtémoc Blanco no fue convocado a la selección. Prefiero solidarizarme con los periodistas de bajo perfil que arriesgan su pellejo para mostrarnos la carne putrefacta de la nación.  Ella al menos sigue viva, y si es congruente, seguirá reporteando en algún medio, por pequeño que sea, filtrando los escándalos de la clase política.

Moises

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Emitir un juicio ¿Acto de fe?

Publicado en De-Veritas

Tenemos a un joven de 30 años, José Luis Burela López, a quien se le hizo sencillo -como a muchos de nosotros se nos hace- cruzar a media calle, teniendo cerca un puente peatonal. Por otro lado, tenemos a una periodista y funcionaria de Boca del Río, quien por cansancio o ebriedad -no se ha aclarado aún de forma satisfactoria- impactó a este joven, causando que perdiera la vida. Este escenario es por sí mismo complicado para tomar una postura. Hay un muerto y un responsable directo por esta muerte. Hay un atenuante demostrable: el peatón cruzó por donde no debía. Hay un agravante controvertida: el conductor presumiblemente conducía en estado de ebriedad.100822_lafoto_principal

A este escenario,  se le suma un gobernador cuyo mandato se ha caracterizado por la persecución de periodistas. Tan solo en los primeros dos años de mandato, Javier Duarte logró poner a Veracruz como puntero en la ignominiosa competencia por amordazar la libertad de expresión. Incluso se ha culpabilizado a las víctimas por nexos con el narcotráfico, que por su situación de difuntas no han podido defenderse. Tenemos casos, como el de Regina Martínez, en los que parece haber intervención por parte del ejecutivo estatal para encontrar culpables en cualquier persona que esté dispuesta en cargar con el crimen de otra.

Por último, tenemos en México la práctica común entre políticos y ricos de mover sus influencias y recursos para escaparse del férreo, aunque corroído -por no decir «corrompido»- brazo de la ley mexicana. De esta forma, se desaparecen agravantes y se aducen atenuantes que les permite salir tras el pago de una fianza que poco adelgace sus bolsillos.

Todo esto pinta un escenario cuya resolución definitiva pareciera sólo poder provenir de un Deux ex Machina. Sin embargo, no falta quienes desde distintas tribunas señalan, como si hubieran estado presentes en el accidente, la culpabilidad o inocencia de los implicados.

Por ejemplo, tenemos una nota que raya en lo ridículo donde aduce «argumentos» que demuestran la culpabilidad de la conductora, basados en el método tan criticado por Sócrates del «sentido común». Un artículo escrito con demasiadas vísceras para tomarlo en serio.

Maryjose Gamboa no ha negado su culpabilidad en el accidente. El asunto que se discute es qué tan culpable es. Y es aquí donde entran las suspicacias ¿el gobierno municipal de Boca del Río manipuló las pruebas a favor de su funcionaria? ¿el gobierno del estado de Veracruz metió su mano al ver en las fauces del lobo a una periodista que los ha señalado desde hace varios años en su columna y espacio radiofónico? ¿Cuál es la realidad? Parece que tomar una postura termina siendo un acto de fe.

Es entendible que la familia y amigos de José Luis Burela quieran el mayor castigo posible para la responsable de su muerte. Ya Locke señalaba la desventaja, en el estado de naturaleza, que los ofendidos juzgasen a los infractores, pues movidos por la ira o deseo de venganza, se les podría «pasar la mano». Y es por eso que la justicia se imparte por terceros quienes -en teoría- deben juzgar con imparcialidad. Asimismo, es creíble que a Duarte le congratule esta posibilidad de poder cargarle la mano a una de sus críticas, acción acorde a su papel de monarca despótico de Veracruz.

Si Maryjose Gamboa sólo fuera funcionaria en el gobierno municipal controlado por el PAN, o si sólo fuera periodista, quizá sería más sencillo para nosotros decantarnos por alguno de estos dos veredictos, hacernos un juicio simple para nosotros que no somos jueces. Y por eso mismo, me sorprende la facilidad con la que tanta gente juzga el caso, de entrada complicado.

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