Tengo problemas respiratorios. Es algo a lo que tanto me acostumbré a vivir desde niño, que me cuesta verlo como un problema. Un amigo me insiste en que vaya a un médico, pues roncar despierto no es nada normal. Soy muy sensible a ciertas condiciones ambientales. La humedad, el humo, el polvo y la contaminación me afectan fácilmente. Puedo notarlo. Amanezco con la boca seca y sospecho que me dan apneas durante la noche.
Estos días he estado mal de las vías respiratorias. La garganta la tengo un poco irritada y las fosas nasales están tapadas la mayor parte del tiempo. Lo atribuí a la humedad, pues fue una primavera magnífica. En cuanto llegó el estío, y con él las lluvias torrenciales y las noches frías, mi respiración tranquila se volvió a arruinar. Sin embargo, también hay otro factor al cual atribuirle este regreso de mi crónico cuadro respiratorio: la contaminación ambiental.
Hace un tiempo empecé a seguir en Twitter a Calidad del Aire DF, una cuenta del Sistema de Monitoreo Atmosférico. Es una forma de mantenerme preocupado por problemas cuya solución no está en mi poder resolver y que me afectan directamente. También es una forma de alimentar mi odio hacia los escapes que me escupen su hollín cada día cuando pedaleo, y para darme cuenta que el control de la calidad del aire no es realmente una prioridad para el gobierno de esta ciudad. Gracias a esta cuenta, le he achacado también mi cansancio y mis problemas para respirar a la mala calidad de aire de la ciudad de México.
Los capitalinos están acostumbrados a respirar todos los días aire cuya calidad va de regular a mala. Están acostumbrados a ver árboles enfermos y a tener gargantas secas e irritadas. Están tan acostumbrados a todo eso, que ni les parece una exigencia que deban hacerle al gobierno del Distrito Federal.
Existen, sin embargo, algunas iniciativas para preocupar a la gente sobre estos problemas y que insisten en la urgencia de mejorar espacios para ciclistas, transporte público y mejorar las normas de calidad del aire, como Hazla de Tos.
La mala calidad del aire que respiramos es un problema realmente serio y debería ser un asunto prioritario a resolver. No puede ser que vivamos en una ciudad donde haya gente que arriesgue su salud solo por hacer actividades al aire libre y nos quedemos completamente pasivos mientras se construyen obras pensadas para mejorar la vida de los politiquillos que tuvieron la suerte decidir la «planificación urbana» un trienio. Respirar bien no tiene por qué ser un lujo.
En verdad hacen falta medidas más decididas para limitar el tránsito vehicular, las megaconstrucciones y mejorar los espacios de circulación tanto para peatones como para ciclistas. Avenidas como Insurgentes ya son imposibles de transitar hasta para transeúntes, como Juan Villoro lo comenta en su columna, añorando los tiempos en que se caminaba aún por gusto.
¿Se han sentido con la garganta irritada o con mucha gripa últimamente? Tal vez no solo sea un virus de temporada. La ciudad está enferma.