Como comenté en otra ocasión, una de las características que más apreciaba de Xanga era su capacidad de crear una comunidad cohesionada de blogueros. Podríamos no ser grandes escritores, pero al menos estábamos atentos a los escritos de nuestros pares. Atribuyo a los blogrings esa capacidad de cohesionar. Sin embargo, esa misma característica le confería uno de sus lados más oscuros: la miseria competitiva.
Muchos recordarán los blogrings pro Ana y mía donde se compartían y se aconsejaban tortuosas dietas para pesar menos de 50 kilogramos. Pero quienes estábamos diagnosticados con un trastorno psiquiátrico no nos quedábamos atrás y compartíamos nuestro cocktel y cómo, en ocasiones, lo mandábamos al carajo. Blogs con imágenes de cortadas y que engrandecían la histeria. No es raro que en la segunda versión de su mapa de comunidades online, Randall Monroe ubicara a Xanga en la bahía del Drama (Bay of Drama) mientras que en la primera versión está cerca de la bahía de la Angustia (bay of Angst).
Los blogs que manteníamos en Xanga no eran para mostrárselos a nuestra familia, compañeros de trabajo o a nuestros amigos menos cercanos, sino para ese extraño que, casualmente, podía sentir más empatía de nuestros pesares.
Facebook transformó esa dinámica. Decir que te sientes triste, deprimido o miserable en facebook puede poner a uno en una situación incómoda. No quieres darle explicaciones a tu familia extendida o a tu compañero de trabajo que solo saludas por compromiso sobre cómo te sientes.
Casualmente, uno se siente más triste si nota que las demás personas se encuentran más felices. Al menos eso parecen indicar algunos estudios sobre el comportamiento en esa red social ¿Acaso en Xanga nos sentíamos más felices al descubrir que había gente más miserable que nosotros? Tal vez era parte de su encanto. Pero también era una forma de conseguir la comprensión y el apoyo que no teníamos o no podíamos pedir de la gente cercana a nosotros.