Haré las paces con tu recuerdo

Debo hacer las pases con Araceli, o al menos con su recuerdo que veo a diario. A pesar de que la condené al olvido hace más de dos años y medio, no ha habido día en que no la piense, o que su nombre no se me escape de los labios como un tic nervioso.

Al principio, no podía atravesarse su imagen en mi  cabeza sin causar estragos. Ahora ya puedo convivir con su ausencia sin que me arruine un buen día. Aún así, merodea en mí y no sé cómo tratarla. Quisiera poder recordar cómo hacía feliz mi vida sin sentir al mismo tiempo resentimiento.

La recuerdo como una melodía cuando entraba a la casa. Me abrazaba, me llenaba de besos y me contaba su día.

Sus días eran rarísimos. Me platica que pepenó comida en la Merced, o cómo conoció a un tipo a quien le decían «Muerte» y que le dio consejos de cómo sobrevivir en la calle. Conocía a gente de todos lados y de todas las edades todo el tiempo y fácilmente se hacía amiga de ellos. Luego los metía a la casa.

Así terminamos viviendo con un venezolano que se hacía pasar por hindú y que practicaba la quiromancia y el tarot.

En las noches me pedía que le contara cuentos. Yo era malo improvisando, así que me acostumbré a buscar historias durante el día para que no me agarrara por sorpresa. Y si me agarraba por sorpresa, no se me ocurría otra cosa que decirle más que:

Este es el cuento de un gato
Con el cuerpo de trapo
Y los ojos al revés
¿quieres que te lo cuente otra vez?

Me recitaba las partes favoritas de sus lecturas. O me pedía que se las leyera. Y yo le leía, aunque estuviera cansado de tanto leer. En ese tiempo, la mayor parte de mi trabajo consistía en leer en voz alta.

A Araceli la conocí en un curso de foto. Tenía buen ojo para ver todo distinto. Con la cámara fotográfica escogía ángulos que ni se me hubieran ocurrido que podían existir. Y ese buen ojo lo aplicaba en todo. Me cuestionaba mis opiniones y después hacía un comentario que me cambiaba la perspectiva.

—No todos estudian por la misma razón que tú lo haces, Paulo. —me dijo en una ocasión en que me quejaba de mis compañeros de clase. Yo nunca lo había pensado y por primera vez comencé a preguntarme qué buscaban mis compañeros de carrera en la lingüística.

Nos inventábamos historias del futuro, o formulábamos hipótesis sobre la sociedad. Y se tomaba mis dudas sobre el viaje en el tiempo muy en serio.

Araceli creció en un pueblo obrero que se volvió ciudad dormitorio después de que cerró la fábrica. Era barrio y había aprendido muchas mañas. Teníamos poco dinero para comer, pero cuando nos sentábamos a la mesa, de repente sacaba un paquete de queso de cabra o una lata de ostiones.

—Ara, ¿de dónde sacaste todo eso? No teníamos dinero para comprarlo.

—Tú conmigo no te preocupes nunca del dinero, Paulo. Yo hago magia.

Ni yo me daba cuenta cuando se escondía en su chamarra un paquete de galletas.

Si se encontraba a un lisonjero, le daba lo que se había robado. Y si le decían «gracias por su caridad», enojada contestaba.

—No es caridad, es solidaridad.

Las noches con ella eran cortas. Y al despertar, me preguntaba qué había soñado. Procuré despertar cada vez con más calma, para no olvidar mis sueños. A veces ella era la que me despertaba.

—¡Paulo!

—¿Qué pasó?

—Me pareció que tenías un mal sueño.

Ara me gustaba desde antes de conocerla. No era particularmente bonita, pero me llamaba la atención su cabello desordenado y corto, sus pantalones rotos y su actitud desafiante.

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—¿Qué hizo que empezaras a hablarme? —le pregunté, pues para mí era un misterio cómo llegó a fijarse en mí.

—Me gustaba cómo me veías y que después volteabas para fingir que no lo hacías.

Ella estudiaba etnología y tenía la mirada etnográfica muy desarrollada. Me gustaba escucharla hablar sobre lo que había aprendido de las plantas y sus usos medicinales, sobre las montañas o sobre tradiciones.

A veces me decía todo lo que le gustaba de mí. «¿Ese soy yo?», pensaba. Y me preguntaba si yo también podría quererlo como ella lo hacía.

4 comentarios

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4 Respuestas a “Haré las paces con tu recuerdo

  1. Ya llore… Ojala algún dia alguien hable de mi como hablas tu de Ara.

  2. psicobolchepequebus

    Duelo, pibe. Duelo.

  3. Ayññ. Las Aracelis somos unas loquillas. Me ha gustado mucho tu historia.

    Besitos.

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