Archivo mensual: junio 2015

Le chosisme: Del nouveau román al SEO

La primera vez que supe del chosisme o cosismo, fue por Enrique Vila-Matas. En Bartleby y compañía, Vila-Matas narra la experiencia de una escritora cubana, María Lima Mendes,  que quería encontrar en el Quarter Latin de París a las mismas musas que habían tocado antes a otros literatos latinoamericanos. Sin embargo, su escritura se pierde en una moda literaria que María Lima Mendes llama simplemente como «El Mal». Cuenta Marcelo, el narrador de Barleby y compañía:

Cuando llegó al barrio a comienzos de los setenta, estaba de moda en las novelas prescindir del argumento. Lo que se llevaba era el chosisme, es decir, describir con morosidad las cosas: la mesa, la silla, el cortaplumas, el tintero…

María empieza una novela en la que se atora por seguir la moda del chosisme, dedicándole hasta treinta folios a la descripción de una etiqueta de agua mineral. Marcelo señala que esta tendencia tiene su «máxima apoteosis» en el Nouveau Román, cuyo principal representante es Robbe-Grillet.

La segunda referencia que encontré del cosismo fue en Crónicas de Bustos Domecq, libro escrito en conjunto por Borges y Bioy Casares. En Una tarde con Ramón Bonavena, Honorio Bustos Domecq entrevista al ficticio escritor de Nor-noroeste, libro que se caracteriza por ser una descripción detallada del escritorio donde trabaja el literato. El capítulo 2 y 3, por ejemplo, se dedican a ofrecer todos los detalles de su cenicero. Ramón Bonavena, que se ubica temporalmente antes que Alain Robbe-Grillet (una supuesta obra póstuma es publicada en 1939), denomina a su tendencia literaria como «descripcionismo» y augura su imitación futura.

Fuera de estas dos referencias, que son sobre todo satíricas, poco se puede encontrar en una búsqueda en línea sobre el chosisme como corriente literaria. Aún en francés, los artículos sobre el chosisme son escuetos, pero el nombre de Alain Robbe-Grillet suele estar ligado a ellos. Pareciera tratarse de una moda literaria condenada al olvido, si no fuera por la Search Engine Optimization (SEO).

Me explico: en mi actual trabajo, debemos generar descripciones de productos de electrónica con el objetivo de mejorar el tráfico a la página del cliente. Cada descripción debe tener, como mínimo, 250 palabras. Aunque los usos que el comprador pueda darle al producto va dentro de la descripción, lo que se debe destacar es, en sí, el objeto en venta. El trabajo puede ser medianamente sencillo cuando se trata de bafles o luces para fiesta, pero se complica cuando se tienen que describir cables de audio o cables UTP. Ante tales exigencias literarias para aumentar las ventas en línea, no queda mas que recurrir a Robbe-Grillet y a su olvidado estilo descripcionista.

Compañeros del trabajo planeando cómo utilizar el cosismo para SEO.

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«Eres mala», una canción ardilla

Odio las canciones rancheras. Me refiero a esas canciones que cantan por el desamor, causado por la traición de una mala mujer. El cantautor cubano «Virulo» se burlaba de ellas y comentaba que, cuando las escuchaba en Cuba pensaba «caray, las mexicanas deben ser unas cabronas». Pero cuando llego a México se dio cuenta que en realidad los cabrones eran los mexicanos, solo que ellos tenían menos vergüenza para cantar sus penas.

Y sí, es probable que tengamos menos vergüenza. Al menos yo no tengo mucha. Por eso, he hecho mi primera canción ardilla, escrita con la sangre de un corazón dolido y destrozado.

Es mala, como todas las canciones de desamor.

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La contemplación: virtud perdida

Hoy vi cómo una persona scroleaba desde su celular en Instagram y daba like a toda las imágenes que aparecían en frente de él. Era un proceso muy rápido. No se detenía más de tres segundos en cada imagen, apretaba dos veces su pantalla, un tenue corazón aparecía ante él, se desvanecía en milésimas de segundo y él deslizaba su dedo para pasar a la siguiente imagen. Si no fuera porque likeaba todas las imágenes que se le presentaban, no me hubiera llamado la atención. Hasta ahora, suponía que sólo nos deteníamos a observar lo que nos interesaba, pero este sujeto no se detenía ante ninguna imagen.

La contemplación nos permite apreciar detalles imperceptibles con una observación superficial.

La contemplación nos permite apreciar detalles imperceptibles con una observación superficial.

Ante su forma de observar, recordé este texto de El País, que no habla sobre la apreciación pictórica, sino sobre nuestros hábitos de lectura. El texto plantea que cada vez nos hemos vuelto más multitasking y, aunque hoy en día se lee más que nunca, nuestra lectura es más superficial por llevarla acabo junto con otras actividades. Sus conclusiones pueden extrapolarse hacia nuestros hábitos contemplativos.

Ya antes la televisión le daba de estocadas a nuestra capacidad de contemplación. Observen algún video o película comercial y cuenten cuántos segundos permanece la cámara mostrando el mismos cuadro. Si dura 5 segundos, fue una toma larga. En un programa de televisión, nuestra atención era interrumpida cada cinco o tres segundos.* Sin embargo, ahora podemos distraernos de lo que hacemos en menos tiempo.

Dejo a un lado las implicaciones cognoscitivas que tienen estos cambios de hábitos en el aprendizaje o en el trabajo. Lamento, antes que nada, la pérdida de nuestra capacidad de contemplar. Los análisis que hacía Barthes sobre el punctum de una foto, es decir, aquello que nos atrapa más  que nada en una composición fotográfica, parecen ahora ser ociosos, pues nadie se detiene a observar una imagen. La ven y pasan a la siguiente.

Esta poca capacidad para contemplar se refleja en las malas fotografías que la gente comparte. Bajo la falsa premisa «lo que importa es el contenido», compartimos lo que hacemos con una foto tomada a toda prisa, sin que nos detengamos en algún momento a contemplar la escena que tenemos ante nosotros. De esta manera, aunque guardamos registro de nuestras actividades, nunca pusimos atención a lo que teníamos a nuestro alrededor.

En un cuento de Paul Auster, (El cuento de navidad de Auggie Wren) un joven fotógrafo aficionado le muestra su álbum que representaba su «gran proyecto artístico». Paul Auster solo ve la misma esquina reproducida una y otra vez en todo el álbum y va pasando con rapidez las páginas hasta que el joven le recrimina y le dice que «así nunca va a entender».  Cuando se da la oportunidad de contemplar, se da cuenta de los cambios estacionales, de las diferentes personas que atraviesan la esquina, comienza a reconocer rostros y a percibir las sutiles transformaciones del entorno. Es la misma esquina fotografiada cada día, durante varios años, a la misma hora y aún así ofrece una gran variedad de detalles para quien esté dispuesto a detenerse a verlos.

El cuento retrata bien los goces que puede darnos la contemplación. Con la contemplación, el tedio de la rutina nos huye, pues podemos sorprendernos ante lo familiar. La tecnología nos quita un poco aquellos goces, pero podemos hacernos de algunos hábitos para entrenar la contemplación. Yo, en particular, prefiero dos de estos: el dibujo y la fotografía.

Ya no dibujo tan seguido como antes y, como era de esperarse, dibujo peor que antes. Noto que no tengo la paciencia que tenía en mis primeras clases de dibujo y pintura para observar lo que tengo ante mí. Aún así, intento de vez en cuando practicar un poco.

La fotografía digital es una técnica menos efectiva para practicar la virtud de la contemplación. Sin embargo, si nos esforzamos en tomar una buena foto, nos ayuda. Intento tomar buenas fotos y no compartir malas fotografías. La red ya está llena de imágenes desagradables,  no quiero contribuir a ese ruido visual. Intento encontrar una forma de observar mi entorno a través de una cámara que descubra un ángulo o un detalle no explorado por los ojos de otras personas, ángulos y detalles solo asequibles a través de la contemplación paciente.

* Hablo en pasado de la televisión porque no la veo porque no tengo una y me parece tecnología extinta.

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