Archivo mensual: marzo 2015

La Sociedad de los Periodistas Muertos, Aristegui y los Grandes Consorcios Mediáticos

MVSEn mi timeline de Twitter y de Facebook mis contactos se expresan en contra del despido de la periodista Carmen Aristegui por MVS. Este despido sucede después de que dos colaboradores de la conductora del noticiario matutino fueran también despedidos tras ser presentado Mexicoleaks, una plataforma para filtrar documentos de interés público y proteger a los periodistas y ciudadanos.

Tras leer la ola de indignación -comprensible- por lo sucedido y las acusaciones de violar la libertad de expresión a MVS, me he preguntado si no debiera unirme a esa indignación. Sin embargo, no siento realmente la necesidad o el deber para quejarme y necesito explicar por qué.

México compite ferozmente por mantenerse en el liderato de los países con más agresiones a periodistas. Esta posición la ha logrado con esfuerzos, ya que ni siquiera está en guerra como sucede en otros países punteros. Esas agresiones incluyen muchos asesinatos, donde Veracruz se mantiene como el más hostil al periodismo.

La mayoría de los periodistas muertos y agredidos eran apenas conocidos. Algunos ni siquiera trabajaban para medios comerciales de gran alcance nacional. Moisés Sánchez ni siquiera estudió periodismo, solo era un taxista que con sus propios recursos montó un portal web donde informaba sobre lo que sucedía en El Tejar, una ranchería de Medellín.

En todos esos casos, no eran contratos de trabajo, sino vidas las que eran terminadas. Y hemos guardado silencio. No hemos creído que valía la pena solidarizarse o exigir el respeto a la libertad de expresión, al menos no en masa. Más vergonzoso aún ha sido que ni los periodistas hayan realizado una acción coordinada para solidarizarse con sus compañeros (¿falta de imaginación? Bien pudieran ser primeras planas en negro, consignas en los tabloides hasta que se esclarezcan las muertes, las opciones son demasiadas).

Nos falta apreciar los pequeños medios informativos, aquellos que se juegan el cuello más que nada por amor al oficio, pues la ganancia es poco significativa. Los grandes consorcios se preocupan por sus bolsillos. La información es un negocio para ellos, no un derecho que nos ofrecen a nosotros. Ellos pueden contratar y despedir a quien se le dé la gana. Nosotros podemos decidir si los vemos, los escuchamos o los leemos. Ser leal al gobierno deja de ser un buen negocio si no hay audiencia que justifique los altos precios del tiempo al aire para comerciales.

También nos falta reconocer que todos podemos ser periodistas. Los medios hoy en día nos sobran. Los índices de cámaras fotográficas per capita en la calle deben ser los más altos en la historia del país. La mayoría de los modelos de celulares permiten grabar audio. Las plataformas para publicar en la red son tan variadas que es difícil elegir.

No quiero con esto menospreciar el oficio del reportero. A pesar de todo, necesitaremos siempre gente que se dedique tiempo completo al periodismo, pues son los que pueden hacer mejor que nadie el trabajo. Son los que saben cómo solicitar documentos a las dependencias, verificar los datos, hacer las preguntas incómodas durante las ruedas de prensa y las entrevistas. Aún en el periodismo profesional, son los menos y necesitamos de ellos más. Empecemos por reconocerle su labor para no solo saber que existen cuando aparecen en una fosa con signos de tortura porque estaban haciendo bien su trabajo.

Por otro lado, los grandes consorcios deberán ser leales a las políticas del gobierno federal mientras el espectro radioeléctrico sea un pastel en una fiesta donde el poder Ejecutivo tiene el cuchillo para repartirlo. No basta una voz disidente en la radio nacional para cambiar este panorama. Por eso me siento incómodo si comparto o expreso indignación por lo sucedido al equipo de Carmen Aristegui. Sí, limita las opciones de información en radio, pero si me voy a quejar, no será para reconocer el poder que tiene la burguesía para decidir qué vamos a escuchar. Los medios alternativos existen. Mientras, la fama de Carmen Aristegui le permitirá entrar a otros medios, tal vez más pequeños. Deberíamos voltear a esos medios que tienen menos intereses que perder. Mejor así, son los medios que prefiero leer y escuchar.

Solidarizarme con Carmen Aristegui me parece acción de una fandom iracunda, similar a la que se manifestó cuando Cuauhtémoc Blanco no fue convocado a la selección. Prefiero solidarizarme con los periodistas de bajo perfil que arriesgan su pellejo para mostrarnos la carne putrefacta de la nación.  Ella al menos sigue viva, y si es congruente, seguirá reporteando en algún medio, por pequeño que sea, filtrando los escándalos de la clase política.

Moises

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La miseria competitiva

Como comenté en otra ocasión, una de las características que más apreciaba de Xanga era su capacidad de crear una comunidad cohesionada de blogueros. Podríamos no ser grandes escritores, pero al menos estábamos atentos a los escritos de nuestros pares. Atribuyo a los blogrings esa capacidad de cohesionar. Sin embargo, esa misma característica le confería uno de sus lados más oscuros: la miseria competitiva.

Muchos recordarán los blogrings pro Ana y mía donde se compartían y se aconsejaban tortuosas dietas para pesar menos de 50 kilogramos. Pero quienes estábamos diagnosticados con un trastorno psiquiátrico no nos quedábamos atrás y compartíamos nuestro cocktel y cómo, en ocasiones, lo mandábamos al carajo. Blogs con imágenes de cortadas y que engrandecían la histeria. No es raro que en la segunda versión de su mapa de comunidades online, Randall Monroe ubicara a Xanga en la bahía del Drama (Bay of Drama) mientras que en la primera versión está cerca de la bahía de la Angustia (bay of Angst).

Los blogs que manteníamos en Xanga no eran para mostrárselos a nuestra familia, compañeros de trabajo o a nuestros amigos menos cercanos, sino para ese extraño que, casualmente, podía sentir más empatía de nuestros pesares.

Facebook transformó esa dinámica. Decir que te sientes triste, deprimido o miserable en facebook puede poner a uno en una situación incómoda. No quieres darle explicaciones a tu familia extendida o a tu compañero de trabajo que solo saludas por compromiso sobre cómo te sientes.

Casualmente, uno se siente más triste si nota que las demás personas se encuentran más felices. Al menos eso parecen indicar algunos estudios sobre el comportamiento en esa red social ¿Acaso en Xanga nos sentíamos más felices al descubrir que había gente más miserable que nosotros? Tal vez era parte de su encanto. Pero también era una forma de conseguir la comprensión y el apoyo que no teníamos o no podíamos pedir de la gente cercana a nosotros.

Deppresion Comix

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Vivir sin cafeína

El día de la renta está por venir. Me estoy comiendo mis ahorros, aunque aún no me pagan la última quincena de mi trabajo anterior (aún no he ido por ella). El panorama empezó a pintar peor cuando noté que la flama del gas estaba languideciendo.

Un tanque de gas no cuesta demasiado si pensamos que me dura seis meses, pero pagar doscientos y pico de pesos de gas no estaba en mis planes. Debería haber estado, pues ya tenía seis meses sin cambiar el tanque. En todo caso, me estaba haciendo a la idea de vivir sin gas y seguir una dieta crudivegana, mientras me preparaba mi último plato de lentejas, cuando pensé que sería una buena idea para trabajar prepararme una taza de café.

En ese momento, recordé que el café requiere de agua caliente para prepararse, el agua la caliento con fuego y el combustible para producir fuego más práctico que tengo es el gas. Ustedes no saben el sentimiento de angustia que me ha causado darme cuenta de esto.

 

 

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