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Una violenta campaña publicitaria para promover un libro (o Borrador para un manifiesto libroterrorista)

El 6 de enero leí una reseña sobre el último libro de Houellebecq, Soumission, que iba a estar disponible para el público francés al día siguiente. Una pequeña polémica comenzaba a desatarse antes de su venta en las librerías ¿Michel Houellebecq alimentaba el discurso de derecha antislámico? El autor ya había sido cuestionado sobre este asunto en una entrevista realizada por Sylvain Bourmeau en The Paris Review, donde Houellebecq negó ser islamofóbico y, de paso, misógino. Por su carácter controversial, el libro parecía ya tener potencial de difusión.

Al día siguiente, Houellebecq sería el centro de las burlas del semanario Charlie Hebdo, apareciendo como un mago profeta. Luego, un par de encapuchados entra a las oficinas del semanario, grita Allahu akbar y dispara sin una pizca de la misericordia del Infinitamente Misericordioso. El acto se vuelve Trend Topic y el semanario se convierte en el centro de atención de las noticias. Con ello, su última portada, donde Houellebecq aparecía como profeta, no pasa desapercibida. Dos días después, la última obra de Michel Houellebecq se vuelve la más vendida en amazon.fr.

Tal éxito de ventas es comparable con la venta masiva de Las Profecías de Nostradamus después del atentado contra las Torres Gemelas en Nueva York, casualmente de autor también francés y también llamado Michel. Como en este tipo de actos es común que se presenten tesis conspiranoicas, no desaprovecharé la oportunidad para hacer mi propia teoría de la conspiración:

La matanza contra Charlie Hebdo no ha sido producto del fundamentalismo islámico, ni un autoatentado planeado por la derecha francesa para justificar su islamofobia. Este es producto de una violenta campaña publicitaria para colocar a Michel Houellebecq en el top de ventas en Francia, y seguramente mundiales una vez que haya traducciones disponibles. Se trata de una táctica practicada y probada desde el 9/11, y que por primera vez coloca a un autor vivo en los best-sellers.

¿Qué agencia de publicidad se encuentra detrás de tales actos? ¿Se justifica el derramamiento de sangre para elevar los niveles de ventas editoriales, cada vez más a la baja? ¿Alguien quiere pensar en las bibliotecas?

Los lamentables hechos acaecidos en París muestran que el terrorismo puede no ser el mejor medio para promover el respeto a una religión, pero sí para las ventas de libros. En ese sentido, el visionario Erick Ampersand ha visto en él un medio para llevar a la lectura hasta los lugares donde los libros tienen un difícil acceso en el país, como Los Pinos. A esta doctrina ha bautizado como «Libroterrorismo».

¿Qué actos serían libroterroristas? Dice Ampersand:

Metemos libros en una mochila y la dejamos «olvidada» en aeropuertos, plazas públicas, oficinas de gobierno; arrojamos enciclopedias adentro de Los Pinos, recitamos el diccionario en el Metro, boicoteamos la farbuzallada (sic) de Zuckerberg. Leer con pasamontañas, con burkas.

Estos actos, por su puesto, no pueden carecer de un eje moral que los rija:

  1. Amarás a los libros por sobre todas las cosas y a las personas por sobre todos los libros.
  2. No rendirás tributo a un libro en específico, sino hacia el conocimiento que se encuentra repartido en cada uno.
  3. Santificarás las bibliotecas y promoverás su desarrollo.
  4. Leerás para transformar la realidad, no sólo para interpretarla.
  5. No harás de la lectura una obligación, ni un símbolo de estatus.
  6. Compartirás tus lecturas y tus notas.
  7. No citarás a un autor que solo hayas leído en una imagen compartida en las redes sociales.
  8. No le negarás un libro a quien lo necesite.
  9. Reconocerás que hay un libro en cada persona.
  10. Le regresarás su libro a tu prójimo.

La creación de las primeras células libroterroristas ha tenido sus inconvenientes, así como la discusión de sus primeras acciones y principios, ya que los lectores más fanáticos no desean levantarse de sus cómodos sillones.

Sin embargo, paciente lector que ha llegado hasta estas líneas, no se sorprenda si algún día un grupo de enmascarados irrumpen el espacio público con una explosión de verbos y letras.

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